Gerardo Herrera

Abogadas y abogados

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Cada 12 de julio, nos convocamos muchas y muchos científicos del derecho, para reiterar nuestros propósitos de actuar bajo criterios de respeto a la dignidad humana, igualdad ante la ley y ante las oportunidades, pero sobre todo con principios de justicia social, de todos aquellos que enfrentan situaciones que ponen en riesgo su condición jurídica; somos abogados y abogadas que refrendamos permanentemente nuestros propósitos, nuestras responsabilidades, los valores y principios, así como ética en la toma de decisiones.

Los abogados y abogadas estamos comprometidos con la defensa de los intereses de terceros; en una diversidad social, cultural y productiva, trabajamos con empresarios, banqueros, industriales, servidores públicos, el gobierno, pero del otro lado, atendemos personas que viven en vulnerabilidad, en precariedad, en condiciones de pobreza y violencia permanente. El abogado o la abogada siempre estarán cercano de aquellos que requieren recibir una atención importante por sus condiciones de vida: baste reconocer la existencia de personas con discapacidad, personas originarias y de usos y costumbres, personas que viven en diversidad sexual, personas privadas de su libertad, personas con adicciones, trabajadoras del hogar, trabajadores del sexo comercial, a niños, niñas y adolescentes, pero también a jóvenes y, en general a toda aquella persona que requiera de la asistencia jurídica por parte de un especialista.

Los abogados y abogadas son fundamentales en la construcción de ciudadanía, sin darnos cuenta generamos acciones para las posiciones deseables y de reconocimiento que tienen muchas personas, sobre todo aquellas que se constituyen como anormales, al no cumplir con los mandatos normativos y de género,ya que son excluidos por el Estado.

Los abogados y abogadas tenemos mucho que ver, con las acciones de los deseos y reconocimientos de los clientes, sobre todo de aquellos que han sido invisibles y se han generado condiciones de opresión sobre sus cuerpos; me explico, Judith Butler, en su texto “Deshacer el género”, plantea que “la tradición hegeliana enlaza el deseo con el reconocimiento: afirma que el deseo es siempre un deseo de reconocimiento y que cualquiera de nosotros se constituye como ser social viable únicamente a través de la experiencia del reconocimiento”. Es decir, los términos en los que nos permiten ser reconocidos como humanos son articulados socialmente y son variados. (Butler:2021:14), sin el reconocimiento no hay esa accesibilidad a los derechos.

En ocasiones, los mismos términos del reconocimiento de la cualidad de ser humanos, no es igual para los diferentes individuos, en tanto que para unos se les reconoce, para otros, no, produciendo un diferencial entre lo humano y lo menos humano, como los homosexuales, las personas trans, los intersexuales, personas viviendo en adicciones, privadas de su libertad, personas en condición de calle.

Y es que aquellos que no se alinean a las cuestiones ideológicas del Estado, normas, género (Althusser, Louis), o no son normales (Foucault, Michel), o no se logró que el individuo tuviera una sujeción metacognitiva (Butler: 2001), a los designios del poder, es excluido, oprimido, colonizado, violentado, discriminado y en ocasiones asesinado; situación que puede atender un abogado o abogada para atender la dignidad de aquella persona.

Estas normas, expresa Butler, tienen consecuencias de largo alcance sobre nuestra concepción del modelo de humano con derechos o del humano al que se incluye en la esfera de participación de la deliberación política. El humano se concibe de forma diferente dependiendo de su raza y la visibilidad de dicha raza; su morfología y la medida en que se reconoce dicha morfología; su sexo y la verificación perspectiva de dicho sexo; la etnicidad y la categorización de dicha etnicidad. Algunos humanos y dicha forma de reconocimiento con enmiendas no conducen a una vida viable.

Algunos humanos no se les reconoce como humanos y ello conduce a otro orden de vida inviable. Si parte de lo que busca el humano, el individuo es el deseo, es el reconocimiento, entonces el género, en la medida que se anima por el deseo que siente el individuo, buscara también el reconocimiento.

“Pero si los proyectos del reconocimiento que se encuentran a nuestra disposición son aquellos que deshacen a la persona al conferirle reconocimiento, o que la deshacen, al negarle reconocimiento, entonces el reconocimiento se convierte en la sede del poder, mediante el cual se produce lo humano en forma diferencial” (Butler; 2021:15); desde luego que legitima el monopolio del poder el Estado a través del reconocimiento.

Por ello, cuando hablamos de la comunidad diversa sexual, solo por mencionarlo como un ejemplo significativo, es tan importante explicar el deseo de reconocimiento que requieren quienes tienen una orientación sexual no hegemónica, o bien, aquellos que tienen una identidad de género o expresión de rol de género diferente con respecto al sexo que nacieron y ello, les permita ser reconocidos como humanos en su condición y no en el género que los somete, controla y disciplina performativamente y a la cual se deberán incorporar para recibir los beneficios del reconocimiento.

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