Gerardo Herrera

Avatares del género.

Columnistas Principal

El concepto  género no es de fácil comprensión; el género es actualmente utilizado como una categoría para la clasificación y definición de relaciones, prácticas, sentimientos e instituciones; para hablar de género es importante precisar las posiciones de Bachellar Gastón quien comparte que los conceptos son de carácter histórico y no posiciones intemporales, es decir sin tiempo, iguales para todo;  y Pierre Bourdiere nos dirá que el pensamiento tiene condiciones históricas de posibilidad, es decir,  el momento y contexto histórico en dónde el pensamiento tenga cierto tipo de conceptos.

El concepto  género, de entrada porque tiene tres homónimos, suena igual, pero tienen significados diferentes y por ello hay confusión: género en español se entiende como; clase, tipo, especie; en inglés género se entiende como sexo; y desde lo simbólico, o bien como una categoría simbólica es un conjunto de ideas, representaciones y atribuciones que tienen como base la diferencia sexual, reflexiones que ofrece la  antropóloga Marta Lamas.

De manera reciente di lectura al documento “El concepto de género y sus avatares: Interrogantes en torno de algunas viejas y nuevas controversias” de Mara Viveros Vigoyas. En su introducción nos lleva a reflexionar como desde los años cincuenta  Simone de Beauvoir en su libro el Segundo sexo, permite comprender que la mujer no era una identidad natural, sino una identidad y un proyecto cultural.

Viveros Vigoyas, plantea en su artículo tres temas y unas breves conclusiones, mismos que anoto: la articulación entre el género, el sexo y la sexualidad; diferencia y diferencias; los alcances políticos de los nuevos movimientos sociales y conclusiones.

Con relación  a la articulación género, sexo y sexualidad; expresa que existe una crítica desde la teoría queer, (Butler),  en relación con el género, el sexo y la sexualidad al solo considerar la posiciones binarias de sexo, género y la sexualidad, solo el macho y la  hembra, lo femenino y lo masculino, y por ende el ejercicio de una sexualidad heterosexual y homosexual, excluyendo a sectores de la población que no se perciben como machos o hembras o como masculinos o femeninos, no heterosexuales sino homosexuales, es decir fuera de ese  binarismo, principalmente movimientos de feministas, gays, y lesbianas. De ahí la importancia de no pensarnos bajo un enfoque esencialista o biologicista, sino de construcción cultural.

Con relación a la diferencia y diferencias, encontramos que Viveros Vigoyas comenta sobre el texto de Nancy Fraser, “Justicia interrupta. Relexiones críticas desde la posición post-socialista”, quien expresa que en el siglo XX el feminismo cuenta con tres momentos del feminismo: el primero que se debate la “deferencia de género” (años 70 a 80), el segundo, entra a la discusión de la “diferencia entre mujeres” (años de mediados de los 80 a los noventa), y luego en “diferencias múltiples que se intersectan” (desde los noventas hasta la fecha).

Diferencia de género: un enfrentamiento entre el feminismo de la igualdad y el feminismo de la diferencia.  Para el feminismo de la igualdad la diferencia de género era considerado un aspecto inseparable del sexismo, y la tarea política era lograr que los hombres y mujeres fueran iguales o medidos bajo el mismo patrón, que participaran por igual y que los bienes sociales se distribuyeran en equidad de género.

Para el feminismo de la diferencia, la postura era que la equidad de géneros implicara minimizar las diferencias de géneros sin androcentrismos e asimilaciones, por ende la lucha debía ser reconocer diferencias de género y revaluación de la feminidad.  Sin embargo estas dos posiciones no eran defendibles, toda vez que el feminismo igualitarista con razón que no se podía obtener equidad de género sin distribución de los recursos sociales, mientras el feminismo diferencialista sostiene acertadamente que no se podía explicar el sexismo sin referirse al androcentrismo presente en los valores culturales.

Algunos de los elementos que se tensan durante el periodo de los años setenta a mediados de los años ochenta, fue la homogenización de la categoría de mujer, y en segundo lugar el privilegio de revisar la dicotomía entre hombre/mujer, sin entrar a diseñar un modelo para entender la diferencia de las mujeres en función de clase, pertenencia étnicas, edades y estados civiles, en este sentido para Henrietta Moore en su texto Antropología y feminismo, precisa que el foco de atención y análisis debía trasladarse de las semejanzas a las diferencias y subrayar que la única diferencia pertinente no es la cultural.

Por otro lado, y otra de las criticas es que estos tipos de feminismos tanto de igualdad como de diferencia, no tomaron en cuenta a las mujeres negras como si fueron reconocidas las mujeres blancas; las mujeres negras en su proceso de esclavitud pertenecían a los hombres blancos, y desde esta perspectiva fueron feminismos racistas y colonialistas, estas críticas fueron recibidas al trabajo de Gayle Rubin.

De igual manera se expresan por Moore diversas explicaciones faltantes en las argumentaciones en estos feminismos: primero, no se puede deducir que  la mujer es naturaleza, como hombre es cultura; segundo, la mujer y la naturaleza no forma una unidad, no todos lo dicen, hay quienes no aceptan este binarismo y; tercero, la naturaleza y la cultura son conceptos diferentes, la civilización generada por el hombre y que somete a la naturaleza.

La principal crítica a este feminismo norteamericano, fue haber privilegiado el punto de vista de la mujer anglosajona, blanca, heterosexual y de clase media que había dominado hasta entonces en el movimiento y reproducía en sus filas el racismo, el clasismo y el heterosexismo. Los feminismos de igualdad y diferencia plantean posiciones universales que ocultan diferencias de las mujeres y múltiples formas de subordinación.