Gerardo Herrera

Día del trabajo y la economía feminista.

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Por: Gerardo A. Herrera Pérez

Varias ocasiones, y con mujeres que integran estructuras contra la violencia he reflexionado sobre la violencia económica de género y las actividades de cuidado; mis comentarios se han sustentado en diversos textos de autoras como Graciela Barrera, Corina Rodríguez, Cristina Carrasco, Amaia Pérez Orozco, entre otros teóricos,  cuyo tema central es la economía feminista y la economía de cuidado, pero me llama a compartir con ustedes el tema de la economía feminista y el Covid-19, esto en el marco del Día del Trabajo.

Existen paradigmas que nos obligan a tomar decisiones, sobre todo en un modelo patriarcal, son las mujeres las que tendrán que asumir costos muy severos sobre decidir en base al dinero o la vida. Para la economía feminista será prioritaria la vida sobre el dinero, y si lo complejizamos al sumar el cuidado y el Covid-19, nos daremos cuenta de que las mujeres en general durante esta pandemia redoblaron sus actividades de cuidado dentro del hogar, veamos.

Como sabemos, así lo seguimos viendo en los medios de comunicación, desde diciembre de 2019 se comenzó  a parar el mundo por causas del Covid-19, hubo un momento en que todo cerro, aquí mismo en Morelia, solo las actividades esenciales que fueron pocas, sobre todo las de alimentos no cerraron. No obstante las que no pararon fueron las mujeres, es decir las personas que realizan trabajos de cuidado de otras personas.

Las medidas sanitarias: la sana distancia, quédate en casa, lavado de manos, uso de gel, y otras, pero en particular el “quédate en casa”, hizo que a las mujeres que atienden sus hogares se les multiplicara el trabajo: cuidado de la salud de la familia y adultos mayores, enfermos, educación digital de los hijos, la comida, lavar, planchar, trapear y un largo etc, incluido el escuchar a la familia y dar consejo.

Recordemos que el trabajo de casa esta normalizado y naturalizado en el cuerpo de la mujer, este trabajo se incrementó durante la pandemia, las actividades de cuidado no son reconocidas por el sistema económico actual y en general no es remunerado, es decir, el trabajo del hogar no es considerado trabajo, ni es pagado. Pese a ello, existe una corriente de pensamiento económico que determina que el trabajo de cuidados que se ha invisibilizado en su normalidad y naturalidad, es realmente quien sostiene el sistema económico.

La economía no solo nos dice como nos organizamos en los recursos y como intercambiamos los bienes y servicios, existen distintas formas de abordar el tema de la economía desde diferentes escuelas, corrientes y pensamientos, uno de ellos es la economía feminista.

La economía feminista critica la forma de comprender como funciona la economía y en esa medida “estudia las relaciones desiguales entre hombres y mujeres, y como estas están enraizadas en el sistema en el que vivimos y reproducidas en diferentes niveles de este sistema (capitalista)”. La economía capitalista hace énfasis en la producción y el mercado, en tanto que la economía feminista pone énfasis en todas las personas y la sostenibilidad del futuro (para esta generación y las próximas generaciones, pero tomando en cuenta a todos los seres vivos, humanos, plantas y animales, así como el cuidado de los recursos naturales).

La economía feminista tiene sus antecedentes en los años setenta del siglo XX, cuando movimientos feministas influyeron para que se visibilizaran las desigualdades entre hombres y mujeres; lograron que las mujeres se integraran al mercado laboral y pusieron en debate la falta de reconocimiento del trabajo doméstico en el sistema económico.

Fue en los años noventa del siglo XX, que nace la economía feminista, la misma precisa la falta de reconocimiento de actividades de cuidado y doméstico realizado por las mujeres; la desigualdad de las mujeres en  mercado laboral y; la poca presencia de las mujeres en espacios de toma de decisiones (nos damos cuenta de que la paridad se debe ejercer, y así, vemos que habrá un mayor número de mujeres en la toma de decisiones en puestos de elección popular, que aunado al pronunciamiento de tres de tres, los hombres con problemas judiciales con la familia y con violencia no podrán participar en los próximos procesos electorales 2021).

Las actividades de cuidado son fundamentales en el espacio privado, se requiere de cuidar a la familia, a sus integrantes, a los abuelos, a los padres, a los pequeños hijos, a los enfermos, lavar, planchar, cocinar, brindar amor, cariño, tener intimidad, es decir, lo que permite que otra persona viva; a estas actividades se les denomina como los trabajos de cuidado, que además no son pagados y son necesarios para que el sistema en que vivimos, el capitalismo histórico, pueda sostenerse. Es en el hogar en donde se garantiza que la persona pueda tener fuerza para trabajar, reitero, para la vida. Sin el trabajo del hogar las y los trabajadores de las unidades productivas, el sistema económico actual simplemente no podría mantenerse. Por ello, el trabajo de cuidado cumple una función esencial en las economías capitalistas: la producción de la fuerza de trabajo (Corina Rodríguez)

Por otro lado, aunque es evidente que las mujeres han avanzado en el mercado laboral, el binomio “economía/género”, no resolvía el problema, continuaba generando procesos de desigualdad entre hombres y mujeres, como lo continuamos observando de manera permanente, pero igualmente grupos sociales, continúan siendo excluidos, discriminados, estigmatizados y prejuiciados entre ellos, las personas con discapacidad, población originaria, o comunidades trans, las trabajadoras domésticas,  entre otros.

Tal vez lo que llama la atención, es que siendo el trabajo de cuidados lo que hace que el sistema funcione, el mismo no se paga, y, si se paga, se paga mal, como el trabajo que realizan las cuidadoras en hospitales por atender a los enfermos, el trabajo doméstico carente de toda protección, pese a las modificaciones normativas laborales y el acceso al IMSS, el hacer tortillas en fondas o para la venta por kilo, entre otras actividades.

La mujer invierte tiempo, energía, fuerza en las tareas de cuidado y reduce la posibilidad de atender su descanso, o se ven forzadas a tomar trabajos de medio tiempo, de bordar cuellos, camisas,  vestidos para diversas ocasiones, es decir, como lo expresa Silvia Federici, a eso que se llama amor, abnegación, apostolado para la familia, realmente es trabajo no pagado. Por lo que lo realizado en casa es trabajo no pago, pero no debe verse como amor, o sacrificio de mujer, eso no puede ser así.

Para Graciela Barrera, existe una tensión, toda vez que el sistema obliga a las mujeres a especializarse en las tareas del hogar y de manera gratuita (la comida del diario, la comida de las fiestas paganas y patronales, los bordados, entre otros), y es que en el sistema económico, todo tiene un valor, pero el de la casa, el de los cuidados, ninguno, todo es gratis.

El propósito de la economía feminista cuenta con una filosofía más amplia que solo ver por el interés y necesidad de la mujer, va a proponer que el sistema económico deje de excluir a diferentes grupos sociales, para acceder a tener una vida más digna, que muchas personas no tienen, como el acceso al agua, al internet, a un sistema de salud, a una educación de calidad.

Para la economía feminista todas las vidas importan, todos los derechos para todos y todas las personas, el acceso a la vida digna es la base; pero el sistema económico continúa privilegiando solo algunos miembros de la sociedad, en general las mujeres siguen siendo oprimidas. Hay que seguir reflexionando sobre lo que ofrece en sus reflexiones Amaia Pérez Orozco y Cristina Carrasco “la reproducción de la vida y los cuidados son el sostén del sistema económico actual”.

Por ello, en el Día del Trabajo, las mujeres están ausentes, cuando son las que sostienen el sistema económico actual.