Gerardo Herrera

El agua y la lluvia

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Por: Gerardo Herrera Pérez
Visité el Ecorancho Tungui, estuve acompañado de Juan Tungui y de Pedro Cantú, así como de Jesús García, desde que llegué al Ecorancho, una energía se apodero de mí, era como si hubiera desde mucho tiempo antes ya conocido el lugar, mis vibraciones estaban armonizadas con el espacio abierto de la naturaleza.

No hubo sincronización en la llegada, nosotros primero, Juan y sus tres pequeños hijos después, pero lo que, si hubo, fue una conexión inmediata. Me sentí arropado por su presencia que de inmediato inundo el lugar, y es que él forma parte de todos los seres vivos que ahí habitan, las plantas, los animales y los humanos, el agua, la tierra, la luz y el aire.

Estuve cerca de un gran hombre: padre, hijo, esposo, cuyas emociones y pasión se advierte en el cuidado y la protección que hace de su otredad que no es humana, lo vi tomando con cuidado y con respeto a su otredad, lo vi agachado pidiendo permiso a la tierra para tomar aquellas cebollas hermosas en blanco y verde, aquellas zanahorias de un intenso naranja, y esos betabeles que resignifican el corazón de la naturaleza, que ahí latía en ese momento.

Entendí lo profundo y valioso de un hombre sensible y generoso que apuesta todo por el respeto a la madre naturaleza, por el respeto a la mujer. Vi a ese hombre fuerte, equilibrado, con una profundidad espiritual rearmarse en su espacio, que le permite entregar sus conocimientos a favor de la naturaleza y del cuidado de la tierra; presencié un acto de conexión con la tierra y con la naturaleza, sus manos expresaron conocimiento y respeto, lealtad y amor.

Vi a un humano preocupado y ocupado fortaleciendo las dinámicas y buenas prácticas a favor del cuidado y la protección del medio ambiente y del cuidado del derecho a la salud de la población. Sus hijos cercanos a él, lo aman y desde ya aprenden de que es la conexión con la tierra y en el respeto vivir con la otredad, serán niños guardianes de Pachamama y Gaia.

Momentos después se tomaron algunas imágenes de nuestro contacto con Gaia, y al llegar al gran Tambor, centro de la vibraciones del Ecorancho, pudimos observar que las vibraciones que de él se expandían nos permitía vibrar al igual que la naturaleza; fue un momento hermoso, espiritual, de respecto,  ver las lágrimas que corren por la mejilla derivado de la sensibilidad de un gran hombre salir de esos ojos grandes expresivos y llenos de amor, era como observar el limpiar de su interior, y resurgir una y otra vez, en un ejercicio de espiritualidad que es respeto. Me acerque y en un abrazo fraterno nos unimos todos, Pedro, sus pequeños hijos, él y yo, en una unidad intergeneracional que da sustento para la comprensión de la importancia de formar en las emociones e inteligencia de los que ahí estábamos.

Solo puedo expresar mi agradecimiento a tan gran hombre, a este hombre planetario, que resignifica la vida cada día al entregar al planeta y a sus seres vivos la oportunidad de ser tratados con respecto y con amor. Ecorancho Tungui una oportunidad de vida, una oportunidad planetaria para la eco formación, la eco ética y la pedagogía de la vida que está impulsando las realidades de un sistema en sostenibilidad para ahora y las próximas generaciones, que está formando la ecoconciencia planetaria. Gracias Juan Tungui por esta lección de vida, mi cariño siempre para ti y tu hermosa familia. Que sea Pachamama y Gaia, quienes sean los que unan los esfuerzos de muchos y muchas que deseamos un planeta que se inunde de humanos con educación holística.