Gerardo Herrera

El hombre sin subjetividad hegemónica en el cuerpo.

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Por: Gerardo A. Herrera Pérez

Escribía recientemente sobre el machismo como expresión exacerbada del mandato de masculinidad hegemónica. No podemos hablar de hacer otra masculinidad, si es que no modificamos o bien,  reconstruimos la masculinidad hegemónica, para estar en posibilidades de hablar sobre la igualdad, la justicia y avanzar en la economía feminista, es decir hacer que los hombres también le entremos a trabajar al unísono en el proyecto de familia, con las labores del hogar, y de los cuidados.

Considero, así me lo han expresado los comentarios de los procesos abiertos de formación en los cuales participo como facilitador de propuestas de masculinidades positivas, qué  para lograr la igualdad es importante despatriarcalizar no solo el pensamiento y la subjetividad que sujeta al sujeto, sino también los cuerpos de los hombres, es decir, hacerlos libres, hacerlos ver la importancia de vivir sin el macho que llevamos dentro, como si fuera nuestra marca, nuestro sello, como si en cada uno de nosotros desde el sistema óseo, la sangre, la  piel, la razón,  tuviera ese signo de macho, baste recordar las expresiones de aquellos machos que se niegan a recibir sangre o un órgano vital, porque pudiera ser de homosexual, como si la vida no fuera lo más[H1]  importante, como si no fuera fundamental el dejar de comprometer nuestro cuerpo para continuar obedeciendo una subjetividad que nos hace daño, solo por llevar a la ejecución el mandato de masculinidad.

Ese macho que habita en nosotros es el que gobierna nuestro ser, lo hace desde nuestra psique, pero es muy difícil deshacernos de esa funcionalidad que le da a nuestro cuerpo, en donde la voz a través de la comunicación genera discurso de odio, misoginia, y  a través de las manos y las piernas constituyen las armas para someter y controlar los cuerpos de nuestras parejas, de la sociedad, de los más débiles.

Necesitamos desde nuestra psique, deconstruir los mandatos de violencia, autoridad, poder, para evitar los daños permanentes a las mujeres y a las niñas.

Muchos personajes teóricos, ensayistas, hablan sobre el amor y sus impactos en el cuerpo, sobre todo cuando expresan la importancia de la experiencia gozosa del amor, como lo dice Alexander Lowen, porque el fundamento de una vida feliz es el placer que sentimos en nuestros cuerpos, sin dolor, sin restricciones, sin alteraciones.

Los hombres somos cuerpo, vivimos en el cuerpo, pero lo que vivimos puede transformar nuestro cuerpo, es decir has ejercicio, se equilibrado, tu cuerpo será fuerte, consume drogas, mantente en adicciones y en el hedonismo del mercado tu cuerpo expresara saturación y vulnerabilidad.

Los cuerpos de los hombres están sometidos a diferentes dinámicas, a encontrar barreras las cuales deben vencer, obligaciones de proveeduría, conductas a legitimar, sobre todo de la violencia, expectativas que cumplir; el cuerpo integro, es decir, sin amputaciones,  el cuerpo que resiste consumo de alcohol, adicciones que someten, es decir, cuerpos que demandan las dinámicas del modelo económico y del mercado y el patriarcado, cuerpos que están impedidos a ser felices, a vivir la vida en plenitud, en el placer de encontrar la otredad, el biocentro, la espiritualidad y el respeto a lo diferente.

Los cuerpos de los hombres, lo expreso, no me refiero a lo esencial, lo biológico, al contrario me refiero a la esencia cultural, la plasticidad, el potencial que tenemos desde la psique para absorber los modelos de la masculinidad hegemónica, y transformarlos en la medida de la interacción con otras personas en un entorno culturalmente construido, atravesado por valores, normas, límites, posibilidades y referencias estéticas y simbólicas propios de un contexto concreto en un momento histórico determinado, hoy en la Posmodernidad.

El cuerpo  de un hombre que adquirió conductas termina siendo el cuerpo de un hombre cuyas expresiones son “puro teatro”, son performativas, aprendidas expresa Judith Butler.  Te invito a pensarte, en un día cualquiera, desde nuestro saludo, el andar, el palmear la espalda, el saludo de mano y apretón que siente la fuerza, el manejo de la voz, no es la misma frente a tu familia, que frente a tus amigos, que frente a una conquistas, cambia, es decir controlamos nuestros gestos, nuestros movimientos para no salirnos de lo aprendido, para no dejar de ser machos, o masculinos hegemónicos.

Existe una frase de la escritora feminista Virginie Despentes que dice “Los hombres aman hablar de mujeres porque eso les evita hablar de ellos”, por lo que es importante para pensarse y despensarse dejar de hablar solo de mujeres, futbol o la competencia del momento, para hablar sobre nuestras formas de transitar psíquicamente a otros escenarios, en el ejercicio de hacerlo con el mismo cuerpo, hablemos de una realidad que nos interpela y no nos deja ser libres.

Que transite la masculinidad hegemónica a otro tipo de masculinidad más flexible, o bien positiva, colaborativa, de distribución del trabajo doméstico y de cuidados, nos obliga a los varones a comprender que en nuestros cuerpos impactados por el género, por la experiencia binaria, y con emociones castradas, podemos en un ejercicio de prueba de la masculinidad hegemónica comprender que es importante dialogar, que a la vez que en el cuerpo nos acompaña en el poder y la autoridad y la violencia, el cuerpo también puede ser diferente, solo es que tenemos que transformarlo.