Gerardo Herrera

El Resumidero, municipio de Morelia

Columnistas Principal

Por: Gerardo A. Herrera

La vida nos da la oportunidad de estar y conocer lugares entrañables;  tener una responsabilidad social, o institucional, incluso tu propia responsabilidad te hace repensarte en lo qué haces y cómo lo haces. La vida nos brinda una sola oportunidad, esa es la misma oportunidad que todos y todas tenemos, es la misma oportunidad que tienen ricos y pobres, porque la vida es única, la vida no reconoce clases sociales, la vida en sí misma es nacer, deja de serlo cuando dejas la energía de la vida de tu cuerpo.

La vida, es más que un puñado de monedas; que una cuenta bancaria con varios ceros; es más que un vehículo, incluso que una buena comida y un buen vestir y estudios, es decir la vida es más que el lujo y el mismo hedonismo y narcisismo. Cuando se respeta la vida, ésta nos enseña a avanzar en  dignidad, en espiritualidad, nos enseña a respetar a los seres vivos, nos enseña también a respetar aquellos seres no vivos pero que son fundamentales en la vida de los seres vivos como el agua, el aire y la tierra.

Hoy, esa vida a la que me refiero me permitió asistir en compañía de Lupita Vieyra de Villas del Pedregal, así como de Miguel Martínez de Ángel de Corazón porque te nace ayudar, A.C., a la comunidad de El Resumidero, zona rural de Morelia; ahí estuvimos en su cancha deportiva para  trabajar actividades en el marco del Día del Niño y de la Niña.

Llegar al Resumidero es reconocer la zona poniente de Morelia, es salir rumbo a Coeneo y Huaniqueo, es detenerse en Cuto de la Esperanza, para luego seguir por un camino angosto cinco kilómetros hasta llegar a la población:  el Resumidero, una pequeña comunidad de migrantes y campesinos, en donde solo viven adultos mayores, mujeres, niñas y niños.

El Resumidero, enclavado entre cerros, está protegido por una importante zona boscosa que es el pulmón que lo protege pero que a la vez  lo vigilan de día y de noche;  sus casas aun hechas de materiales de la región piedra y adobe, madera y tejados de teja de barro, pero que las mismas contrastan con las construcciones modernas, casas amplias, grandes, de dos niveles, con ventanales y puertas y ventanas modernas, la modernidad llego también a El Resumidero, claro por la migración que desde los años cuarenta del siglo pasado se sucede en dicha comunidad.

El Resumidero nos recibió con los brazos abiertos, nos recibió con actitud hospitalaria y con la generosidad que solo la vida de rancho expresa; Resumidero es una comunidad que expresa su confianza entre los vecinos y con las personas que lo visitan, pero también es una comunidad con un gran identidad, todo expresan con orgullo decir que son del Resumidero. Esta comunidad convive con disposición y genera valores colectivos.

A mi pregunta porque la comunidad se llama El Resumidero, me explicaron insitu, es decir en el mismo lugar que pregunte, me comentaron que el resumidero realmente existe, y es que el resumidero es una gran superficie plana, que se ubica sobre las faldas de la comunidad donde se concentra el agua, agua que esta sobre grandes piedras que donde se diluye poco a poco el agua.

Yo les comente que el Resumidero lo conocía por personas que me habían comentado que eran de esa localidad y me pedían ayuda para contar con agua potable porque no había en la comunidad, eso fue en 1982, han pasado muchos años de eso, y hoy parece que aquellos problemas de antaño ya fueron superados, las nuevas generaciones demandan otros bienes y servicios, pero siempre el agua será un reclamo permanente.

Hoy estuve por aquella localidad y lo hice para llevar un mensaje de respeto a los derechos humanos de las y los niños. Estuve ahí para hacer sentir que el Órgano Autónomo de Derechos Humanos está presente también en aquellos pequeños lugares y que al igual que la gran ciudad son recipiendarios también, es decir tienen derechos y éstos deben ser protegidos por el Estado mexicano.

Hoy coincidimos ahí Miguel y su esposa Ketzia, también Lupita Vieyra, la Payasita de la Secretaria de Seguridad Pública y sus hijos, así como Pedro Chávez. Con ellos, observamos una gran casa, una casa construida en piedra, adobe, teja de barro y, madera, pequeña puerta y ventanas diminutas, con un porche o portal con un firme de tierra y piedra laja. Su cerco perimetral fue hecho muchos años antes en un cerca de piedra, que han visto pasar más de seis generaciones.

Una de sus integrantes de esas generaciones nos explicó de quien fue y como ha ido pasando de generación en generación dicha propiedad; me gusto ver y escuchar las narrativas de la casa, escuchar las ilusiones que fueron construidas desde dentro de la casa, los furtivos momentos para el romance y el amor, pero también escuchar las narrativas de los hijos y las necesidades de alimentación, las comidas de frijolitos y nopales, las risas de los niños, el llanto de una persona que murió, es decir la casa guarda los secretos de familia y el dolor y la alegría de la vida y la muerte.

Estar ahí y escuchar los sentipensamientos me hizo pensar sobre la importancia de trabajar para una sociedad sustentable, porque si no cuidamos de estos espacios que ya son comidos por el mercado tendremos los problemas con que ya viven las grandes ciudades como Morelia; por ello pienso que debemos de amar la vida y respetar a sus seres vivos;  reflexionemos sobre el daño ambiental que estamos generando y los efectos sociales que impactan a la población como la pobreza, la desigualdad, de ahí la importancia de una ética ecológico, o ecoética para comprender el equilibrio armónico y dinámico que debe existir entre todos los seres vivos.

Pero además el desarrollo económico debe considerar la preservación de los ecosistemas, de los sistemas vivos, debe estar en función del bienestar social y la convivencia ecoética, otro fin como el que lleva el Neoliberalismo rompe con un equilibrio deseado. Necesitamos vivir en armonía con la tierra, convivir con los seres animados e inanimados, es decir trabajar por una con-vivencia armónica con el planeta y los seres vivos.

Hay que seguir trabajando en el equilibrio entre la razón y las emociones que representa la cultura de la sustentabilidad, me reconozco y reconozco a mi otredad, es decir una racionalidad emancipada, libre para tomar decisiones, para construir en la complementariedad. Y finalmente seguir trabajando en la totalidad y sin reducción. 

El Resumidero, un espacio que nos invita a reflexionar, que nos invita a pensarnos, para despensarnos, para repensarnos. El Resumidero espacio para la complementariedad, donde el adulto mayor no es un desecho, donde el adulto mayor es una guía y una esperanza para el conocimiento, donde los adultos mayores son sabios, donde los niños son presente y futuro de la refuncionalización de la comunidad y donde las mujeres guardan con celo el misterio de la vida, de la reproducción y del cuidado de la familia. 

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