El Tona vive cuando la luz roja se prende

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Tona lleva dos años de preparación en zancos.

Morelia, Michoacán a 03 de septiembre de 2018.- En zancos con su sombrero, lentes de sol y camisa floreada, se puede ver a “el Tona” clavando su sonrisa en los parabrisas de la Avenida Nocupétaro en Morelia, su figura esbelta y alargada resalta en medio del tráfico.

El semáforo en rojo es la señal para que levante su sombrero en modo de saludo. Algunos conductores se abstraen mirándolo, su presencia les parece extraña, los niños siempre más sorprendidos dejan su boca abierta o arrojan un saludo, es un gigante danzando en el tráfico.

Su peso queda suspendido en una pierna mientras extiende sus brazos serpenteando pañuelos rojos, sus giros intrépidos dejan sorprendidos a más de uno. Tona lleva años de preparación sobre los zancos de madera, él mismo los fabrica.

Algunos automovilistas increpan al pasar a su lado que debería ponerse a trabajar de verdad. Otros lo felicitan y lo saludan con familiaridad. Pero también le han tocado momentos rudos. En una ocasión, un hombre en estado de ebriedad se le lanzó a los golpes cuando se encontraba sobre los zancos, narró el artista callejero.

Tonatiuh Jiménez toca música africana junto al conocido grupo Folikanuya y en el Senekela. También toca sones jarochos y otras veces trabaja para la Secretaria de Cultura (SECUM), anima eventos a lado de otros compañeros artistas, además participa en presentaciones musicales o danzando desde los zancos.

La paga no es buena en la dependencia estatal pues oscila en los 700 pesos por evento y no es pago inmediato hay que esperar algunos meses.

El semáforo en cambio es otro medio de romper la monotonía de la ciudad, es una resistencia a la pulcritud o refinamiento en que la expresión artística suele sustraerse y es otro medio para poder seguir trabajando proyectos artísticos que un trabajo común no le permitiría.

Estar en el semáforo busca habituar al espacio público en una expresividad sin márgenes, pero también ayuda a pagar algunas cuentas como las clases de Taekwondo de su hija y para sobrellevar el día a día.

Al medio día, Tona se sienta sobre su bicicleta encadenada a un poste y retira las vendas que sujetan sus piernas a los zancos, dobla su ropa, calza unos tenis viejos y abandona el semáforo.

La ilusión del gigante que danza entre los autos se disuelve con el tráfico.

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