Escapemos de la distopía educativa.

Columnistas Principal

Por: Horacio Erik Avilés Martínez

Doblepensar significa el poder o facultad de sostener dos opiniones contradictorias simultáneamente, dos creencias contrarias albergadas a la vez en la mente. George Orwell en “1984”

Una distopía es una mala utopía, una sociedad ficción no deseable que contiene rasgos perversos. La lógica, la ley, los valores y las mejores cualidades humanas se deforman hasta el absurdo, originando personajes ante los cuales Gregorio Samsa se asquearía o el cerdo Napoleón democratizaría su granja. Suceden situaciones atípicas e inenarrables y se gestan personajes infrahumanos y profundamente miserables, quienes exhiben lo peor de la condición humana.

En Michoacán se acumulan los indicios de que se ha configurado a pulso un sistema educativo distópico, donde todo pareciera estar conformado acorde a una realidad dislocada.

Nunca leímos en la ciencia ficción que los criminales más buscados de una entidad fuesen maestros; ni tampoco que los funcionarios que no pueden ni siquiera acreditar una simple licenciatura son quienes se encargasen de la educación. Mucho menos, que quienes avalasen doctorados y maestrías que se cursan en un año fuesen los dueños de semejantes escuelas.

En esa olla de presión que es un sistema educativo estatal distópico, los funcionarios sancionados por los órganos de control son premiados con nuevos cargos. Los corruptos, rotados de lugar para protegerlos de los embates de quienes exigen justicia. Arriba, en las cúpulas del poder magisterial, aquellos que convirtieron a los maestros de Michoacán y al normalismo en grupos de choque a punta de perversas dobles negociaciones  y precarizaciones concertadas con el gobierno, ahora son quienes aspiran a ser candidatos de elección popular o miembros de partidos políticos que ofrecen soluciones a lo que ellos mismos propiciaron.

En ese lugar de pescadores, quienes no pueden con la disidencia sindical crean la suya, justo a su medida y obediencia. Si la CNTE nos da la espalda, hagamos una propia – susurraban los asesores-. Mientras tanto, si los datos desfavorecen, se construirán otros.

A los mejores estudiantes se les orilla a irse de Michoacán para no volver. Ahí, los jóvenes que abandonan las aulas e ingresan como sicarios a los grupos delincuenciales tienen prácticamente la misma esperanza de vida que un perro callejero, aproximadamente entre seis y nueve meses.

En Michoacán, aunque no se sepa leer ni escribir se te acredita la primaria como concluida. Si te llega un censo y no sabes responder preguntas escritas, el gobierno explica que no son analfabetas, sino que a doscientos mil personas se les olvidó leer y escribir de la noche a la mañana.

Las plazas se trafican a la luz del día, pero se pide dinero al gobierno federal para estimular la jubilación de millares de maestros, quienes dejarán las vacantes necesarias para los efectos de lucro a que haya lugar.

En Michoacán no es delito vender ni comprar plazas, solo es fraude si vendes una plaza inexistente. Los artistas cobran como maestros y con que den un concierto vía Internet de vez en cuando se justifica el lugar educador que ocupan en la nómina.

Los asesores, carentes de pedagogía y delirantes de ambición política espetan soluciones cada vez más desquiciadas: mandar a los niños a pedir limosna para su laptop, orillar a que los maestros supliquen y exijan a la vez el pago de sus salarios, cooptar a los maestros en formación, para enseñarles a alimentarse de las aureolas de la protesta social y las dádivas gubernamentales.

Como consecuencia de tan torcidas prácticas, ahora los niños que logran salir en una nota periodística o recibir un apoyo gubernamental son aquellos que mendigan en los cruceros mientras hacen tareas, no quienes logran excelencia en las evaluaciones ni quienes desarrollan proyectos innovadores. Los infantes que no saben pedir limosna en las calles esperan la beneficencia en sus casas, donde algún funcionario llamará a su puerta y les entregará una laptop reciclada, una tableta sacada de la basura o un celular regalado, sin importar si existe conectividad en su hogar. A cambio, deberá de posar en las fotografías del recuerdo y entregar la copia de la credencial de elector de su padre o tutor.

En esa realidad, no existen indicadores educativos. Los números giran como en ruleta de casino a conveniencia de un croupier disfrazado de tecnócrata. Las evaluaciones se simulan, la matriculación, el abandono escolar, el aprendizaje, la cobertura, la eficiencia terminal, el número de maestros, los nombres de la nómina magisterial oscilan entre la oficial y la confidencial, las plazas desocupadas se congelan y se descongelan a la vez, mientras que el número de beneficiarios de programas federales oscilan a la ocurrencia de quien turne una tarjeta informativa al vocero en turno. El presupuesto se infla y desinfla a conveniencia, cual vientre de opulento funcionario ante una selfie, por lo que ante el Congreso se subpresupuesta y ante la Federación se exagera.

Mientras la educación superior arde en Michoacán, el encargado de arreglar el incendio y recuperar la rectoría educativa, en lugar de solucionarlo, en pleno arrebato orwelliano encara a quien pide justicia y respuesta  y le acusa de “mal desinformar” (sic) a la sociedad vía redes sociales.

La normatividad educativa tiene sus agujeros de gusano y te llevan a donde quieras y puedes incorporarte al servicio público con la fecha que desees.  Si consigues comprar una plaza de las de etapa de jubilación eres afortunado, porque en la distopía michoacana ahora tienes en tus manos una plaza semiautomática. Puedes acariciarla y usarla cual rifle Kalashnikov, así como paladear dispararla en modo automática o manual, rafagueando tu ignorancia directo en la cara de los niños que tengan la mala suerte de que seas su maestro. Podrás contarles tu vida, ponerles planas de ejercicios repetitivos y encargarlos con la maestra de al lado hasta que te hartes y te marches “por la libre” ante el llamado de alguna leva sindical.

Pero si esa arma de destrucción masiva tiene fecha de alta muy pretérita, muy probablemente vendrá cargada de uno o dos años de sueldo retroactivo. Atesórala afanosamente, porque es tu cordón de plata que te unirá a quien te la vendió. Págale y después únetele a la red. Ayúdale a construirla, porque pronto vendrá la 16° etapa de jubilación y se ocupará otra capa de beneficiarios de la cebolla de la corrupción.

Los estudiantes pasan de grado sin ser apenas evaluados, sin contactarse y sin siquiera saber si están vivos. Los estudiantes enferman y hasta fallecen por la pandemia sin que esto les afecte en su escolaridad, ellos siguen ganando trimestres en las boletas.

Las oficinas se auto tomaban, se cerraban por grupos afines para impedir que cayeran en manos del enemigo. Sí, Kafka había sido reinterpretado: José K. era juzgado y sentenciado en un proceso que se desarrollaba en una oficina cerrada.

Al enemigo que cobra en la SEE, a diferencia de la historia narrada en El Proceso, ni siquiera es necesario cortarle la cabeza, basta con deshabilitarle el pago de la nómina. En una década o dos cobrará su laudo, si tiene suerte.

Muchos que ni michoacanos son reciben cargos en el sector educativo. Llegan con acento norteño, isleño o chilango a decir que tienen grandiosos padrinos detrás de ellos, mientras hacen cera y pabilo del presupuesto educativo. Los pagos se hacen con cheques sin fondos a los maestros y en lugar de salarios les ofrecen bonos, al fin nunca se les paga.

En Morelia, las vías del tren sirven para acampar y para hacer concursos de altares de Día de Muertos, mientras que el mayor robo de dinero en efectivo de la historia de Michoacán, lo cometió un tal Leobardo, a decir de quienes lo apresaron.

Las escuelas vacías se arreglan para que las usen los fantasmas durante al menos un ciclo escolar entero, para que la humedad y la rapiña hagan estragos en ellas. Los libros de texto y los mayores apoyos socioeducativos se entregan a religiones y sectas religiosas. Los funcionarios parecieran tramitar indulgencias plenarias para sí, mientras trafican influencias en comunidades que lindan en la teocracia.

Los contenidos se transmiten por televisión y todo mundo finge que aprende. La educación es esquizofrenizante, porque te dicen que aprendes en casa, cuando ni estás como en tu casa ni tampoco aprendes.

¡Basta! Finalmente caemos de la cama y nos damos cuenta de que no son la locura, ni las ensoñaciones sino la ambición y la corrupción los factores que retorcieron  todo. Sí, durante muchos años han pasado atrocidades que ni los más poseídos poetas malditos fabularon.

Sí, tal y como decía Orwell, “el poder consiste en hacer pedazos las mentes humanas y volver a unirlas en nuevas formas que elijas”. Entonces sí, hablamos de la realidad resignificada. Efectivamente, cuando los estudiantes despertaron había pandemia, eran mendigos de laptops, las escuelas se remodelaban justo cuando no se ocupaban, no se conectaba a los desconectados, los desiguales seguían siéndolo, los de abajo estaban fuera de la red, los maestros estaban desposeídos e iracundos, el tren de la educación se detuvo, sus vías estaban bloqueadas y los funcionarios eran los durmientes.  

En suma, mirando la historia educativa de este siglo, la mentira parece no existir, la distopía ha sido una forma de gobernar y el doblepensar la actitud correcta.

Pero miremos la historia más reciente de la educación estatal. Durante este año se han adquirido, continuado y multiplicado malas prácticas que no favorecen el desenvolvimiento de las facultades y potencialidades de las generaciones jóvenes y se ha caído en un bache del cual no se ve claramente una ruta de solución. Estamos padeciendo una crisis inercial que se ha potencializado con las circunstancias propias de la pandemia, la crisis financiera y la curva de aprendizaje de los funcionarios que no ha terminado de estabilizarse. Hay una inmensa lista de problemas que requieren atención y solución inmediata, por más que parezcan distópicos, añejos o se hayan normalizado.

Urge reconsiderar si el rumbo trazado lleva a las metas y objetivos anunciados. Se debe de trazar una ruta de mejora para estabilizar el sistema educativo estatal, donde se incluyan medidas que solucionen la problemática que se enunció. En ella, se debe de dar una evaluación de resultados profunda, con base cero, donde se compruebe que cada funcionario tiene el perfil académico verificable, la experiencia profesional, la honorabilidad y probidad necesarias para hacer frente a las responsabilidades. En caso de que no sea así, emitir una convocatoria pública para nombrar mejores perfiles.

Es importante que, también se recuperen los organismos de gobernanza que con mucho trabajo se habían constituido; especialmente, que a la brevedad se abran las puertas de la SEE a la participación ciudadana, se reactiven los consejos existentes y se escuche a la ciudadanía, así como se comprometió el Gobernador del Estado, estando él presente. Sin embargo, para estas cuestiones no se han dado reuniones presenciales durante todo este 2020.

Parar la distopía es posibilidad colectiva y responsabilidad de las autoridades. Rompamos el eterno retorno. Salgamos de ella y construyamos la utopía. Merecemos un gobierno educador.

Sus comentarios son bienvenidos en eaviles@mexicanosprimero.org y en Twitter en @Erik_Aviles