Historias comunes e invisibles

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Por: Circe López Riofrio

He tenido la oportunidad de conversar con diversas mujeres que trabajan en temas relacionados a la defensa de los derechos humanos de las mujeres, periodistas y asesoras en los temas de seguridad pública y ha sido estremecedor lo que he escuchado y que ahora comparto con ustedes, y quiero anticipar que no es un análisis respecto de cuáles de estas actividades es superior o inferior o bien si hay mayor sacrificio en una u otra, de ninguna manera, es simplemente visibilizar lo que social y políticamente no es importante, ya que es “común” que este tipo de actividades sean realizadas por las mujeres y que sus aportaciones no solo son desvalorizados sino poco vistas como trasformadoras de la sociedad.

Iniciare con “L”, mujer, madre soltera de una niña, profesionista que se ha ido especializando en temas de seguridad ciudadana, hace algunos años sufrió un percance automovilístico que cambio su vida, tan profundamente que su mirada y su cuerpo han cambiado, esta viva y eso es lo importante. Sin embargo, ahora es más sabia, pero también enfrenta una disyuntiva todos los días, y la pregunta es hasta dónde llegar, no poder descansar porque tiene que trabajar su hija necesita de su sustento, de sus cuidados, de su guía y de su protección.

“E”, es otra mujer, que también es madre de una adolescente, que dedica su tiempo a la docencia y que enriquece con su opinión diversos espacios en los medios de comunicación, se levanta temprano se duerme tarde, ha ido construyendo una red de apoyos en lo que puede confiar la seguridad de su hija y los cuidados que por su dinámica no puede realizar del diario, ella ha enfrentado perdidas muy significativas en su vida y esto ha implicado que no se deje consolar, que no haya un duelo para cada perdida en la cual pueda llorar hasta sentirse aliviada, su dolor lo ha canalizado a construir una sociedad más sensible y responsable, pero su sentir está ahí latente siempre a flor de piel en cubierta por la ecuanimidad que exige la supuesta madurez ante la comprensión de los hechos por más terribles que estos sean.

“A”, es madre de dos, una niña y un niño, reparte su tiempo en actividades de crianza y cuidado, es el único sostén de su casa, hace grandes esfuerzos en que sus recursos le permitan cubrir las necesidades principales de su familia, en el plano profesional, su profesión la desarrolla siempre bajo una característica de agudos cuestionamientos a quienes les pregunta, siempre bajo una mirada de sospecha, indignación y de gran inconformidad,  solidaria y con una gran sonrisa, pero vive con un miedo que la agobia y la acaba, y es que tan solo pensarse un día que al despertar vea que no puede cubrir las necesidades más importantes de su hija e hijo, el miedo le come, la somete y le enferma, entonces deja de ser sonriente y su cara se vuelve melancólica y preocupante.

“G” es madre de una pequeña, su relación con su expareja, la mantiene en vilo, las amenazas de quitarle a su hija son latentes e intimidantes, lo que le resulta inquietante y la hace sentir insegura, ha logrado acomodar sus tiempos laborales en los fines de semana para poder hacerse cargo de los cuidados y crianza de su hija, su desarrollo profesional ha pasado por diversos obstáculos principalmente ha enfrentado situaciones de acoso sexual solo porque es hermosa y atractiva lo que le ha impedido desarrollarse y especializarse en temas relacionados a la seguridad pública que tanto le gustan.

Pero que guardan en común las mujeres a quienes quiero y admiro, con las que tal vez nos leen, bueno es que posiblemente enfrentemos las mismas condiciones de desigualdad, que nos cuesta doblemente realizar las tareas de crianza y cuidados porque la pareja decidió no hacerse cargo y si lo hacía era bajo la condición de  violencia y a la renuncia de las actividades que una quería desarrollar. Lo anterior, también ha implicado que trabajemos más de 15 horas al día y que dividamos nuestro valioso tiempo entre traslados, preparación de alimentos, realización de tareas domésticas y desarrollo de tareas alternas de manera conjunta con el trabajo que solemos llevar y terminar en casa.

La precarización de los trabajos y sus ingresos ha generado que las mujeres que decidimos ir por la libre, por así decirlo, ya que los horarios laborales de trabajos “formales” nada tienen que ver con los horarios que las mujeres requerimos para cuidar a nuestros hijos/as,  ha implicado que tengamos que hacerlo sin seguridad laboral ni social, compensando siempre con un poco más de ingreso pero que este tiene un costo alto y que se nota en nuestros cuerpos a través de somnolencia, cansancio extremo, alteraciones en el organismo como subida de peso o pérdida del mismo asociada a diabetes o bien exposición a accidentes automovilísticos, caídas, golpes, perdida de objetos incluso olvido de asistencias médicas de revisión como para aquellas que son de rutina por ejemplo: papanicolau, mastografía, estudios en general, o bien algunos que están asociados con el malestar emocional que conlleva a preguntarnos sobre nuestra vida familiar, personal, sexual y laboral, todo el tiempo estamos ocupadas en hacer y poco en pensarnos en nosotras qué queremos hacer sin ser más, qué más somos además de ser madres, trabajadoras, hijas, hermanas, y porque no pensar en dónde ponemos los sentimientos de dolor, impotencia, frustración, indignación que enfrentamos todos los días, solo por el hecho de ser mujeres y haber decidido la vida que enfrentamos.

Lo que me preocupa es el alto nivel de riesgo que enfrentamos, la exposición que diariamente enfrentamos, que puede generar esas distracciones que nos colocan en situación de gran peligro en los que podemos perder la vida, porque la vida no solo se pierde al morir sino también al entregarnos a un trabajo despiadado el cual no podemos dejar porque nos quedamos sin ese poco sustento y que implica una renuncia y un morir poco a poco de tristeza, agobio, culpa.

Tal vez nos hace falta generar más redes de apoyo social y familiar,  y establecer otras formas de darnos amor y hacernos sentir bien, en donde podamos descansar y dormir, en donde podamos disfrutar del sexo sin que nos desvele y no en los horarios en que nosotras no podemos ni queremos ni tenemos ganas, tal vez nos haga falta consolidar una serie de alternativas ciudadanas que estén orientadas en disfrutar y poder cuidarnos, talleres en donde aprendamos a decir que no y a no exigirnos tanto, en donde dejemos de estar estresadas todos los días, en donde el sueño pueda ser reparador, espacios en los me siente aceptada y amada, en donde pueda recuperar la esperanza de una vida mejor entre nosotras para estar bien con los otros. 

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