Gerardo Herrera

Homofobia y los crímenes patriarcales

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El género, la clase, la raza, la edad, la religión, la sexualidad, el color, la edad, y la discapacidad en un modelo económico neoliberal, patriarcal y de mercado excluyen a personas en sus derechos humanos y libertades que no se alinean.

Los mecanismos de opresión que se aplican desde la sociedad contra los miembros de la diversidad sexual y de género, se resumen a través de la invisibilidad, el estigma, el prejuicio, la violencia, la exclusión, la discriminación, incluida la muerte y el vivir en hábitus, es decir, simular un juego de doble moral asumiendo su heterosexualidad y su homosexualidad clandestina; pero también en los ámbitos privado, publico y desde el Estado a través de sus agentes.

La muerte, o bien el llamado, crimen de odio contra las personas que no se alienan al binarismo perverso de lo masculino o femenino, fortaleciendo el universalismo y negando con ello el pluriverso, con lo que están generando graves problemas sociales, entre ellos quitar la vida a hombres o mujeres que no se ajustan a la heteronorma derivado de su orientación sexual, identidad o expresión de rol de género; cuando la vida es el derecho fundamental que protege el Estado.

Hegel plantea que todos tenemos el deseo de ser reconocidos, desde esta perspectiva es que el Estado debe reconocernos para salvaguardar nuestra seguridad y la vida, no obstante, ser diferente a las dinámicas sociales normalizadoras, puede generar las tensiones para encontrar la muerte a manos de personas con ideologías misóginas, machistas, clasistas, racistas, xenófobas, homófobas, transfóbicas, lesbofóbicas, y otras.

Los crímenes de odio, deben de transitar a una denominación conceptual diferente, el odio que puede llevar a la muerte (odiiontometro o odiometro, Herrera Gerardo), justifica el perfil entre otros elementos del sujeto violento, como el elemento de la fratía al que se refiere Rita Segato, pero esta violencia se articula al mandato de masculinidad que genera el patriarcado: sabiduría, poder, autoridad, jactancia, violencia y las potencias que también se tienen: bélica, pública, moral, sexual, política, económica, social; así  el hombre utiliza su mandato y su potencia que le da el patriarcado para desde su moralidad (la heteronorma, la norma sexual, la norma social de lo que le toca al hombre) cometer el crimen; son crímenes que deberían visibilizar claramente que se trata del patriarcado, y no solo del odio, y que es uno de los diversos elementos, dejarlo así se esconde el verdadero sentido y la legitimidad de aquel que comete el delito, que mata, porque queda impune lo que realmente vive y siente la sociedad diversa sexual, cuando no se señala que el verdadero actor intelectual es el patriarcado y su homofobia, y es justamente ahí donde debemos de trabajar.

Para construir otros modelos de sociedad, se requiere de la transmodernidad (Enrique Dussel), es decir un modelo social con otras formas de consumo y de intersubjetivación, pero además un método  como el transfeminismo (Valencia Sayak) cuyos resultados están a la vista y de los cuales tanto hombres como mujeres se pueden beneficiar, pero además de requiere de la deconstrucción metacognitiva de los integrantes de la sociedad, para generar procesos de conciencia y conocimientos conscientes, inteligencia emocional y otros elementos que permitan mejorar sus condiciones de intersubjetivación con el otro. Desde esta perspectiva haría falta trabajar con procesos de diálogo, en horizontalidad, en complementariedad, en ecología de saberes.

En el servicio público, la ética pública es fundamental, requerimos que le quede claro al servidor público que la vida, es el centro de la atención y que desde ahí se construye el diseño de la política pública, desde el ser vivo, y la unicidad con los elementos de la naturaleza, para hacer simbiosofia (Edgar Morin), pero igualmente se requiere, de su profesionalización, pero acompañada de la vocación de servicio. Es fundamental que el trabajo que se realice sea el que esta mandatado en el marco constitucional y de convencionalidad y siempre bajo el principio propersona, y sin llevar la corrupción entre sus manos que afecte a la población y a los servicios públicos que deben recibir.