Gerardo Herrera

La camelina

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La camelina, espacio abierto a los seres vivos y elementos de Gaia: humanos, animales y plantas, conviven en un permanente equilibrio con el cuidado del agua, la luz, la tierra y el aire.

Los espacios en equilibrio y sostenibles y sustentables generan las condiciones para la estabilidad emocional. Ayer tres seres hermanados por la presencia y figura de un luchador social, convivían en la profundidad del corazón de Marcelo. Pedro, Abraham y su tío Arturo (miembros de una estirpe de luchadores sociales), así como Yurizet, compartieron la amistad, la espiritualidad, es decir el respeto y dieron sentido a una conversación que hace de la vida la lucha por las utopías.

Ellos sin saberlo, o bien, sabiéndolo, se encuentran interconectados por el género humano, y en razón de ello, son seres planetario cuyo mandato civilizatorio es cuidar de Gaia, la madre Tierra.

Abraham y Arturo y Pedro son protectores y facilitadores de los espacios abiertos, son paisajistas, son profesionales y sabios sobre cuestiones de la madre Tierra; ellos saben que son de Gaia, y no al contrario, por eso se esmeran en avanzar en la creación y desarrollo de la ecoconciencia, es decir, la conciencia para la vida, pero también de la formación para la vida, y desde luego la ética para la vida, su proyecto crear la pedagogía de la vida, y no una pedagogía de depredación justificada en la creación de empleos y desarrollo salvaje.

Todos los que nos conectamos en la vida con una lucha o por una causa somos sistémicos, somos interdependientes, si dañan a alguno, nos dañan a todos; por eso, nuestra respuesta del cuidado de la naturaleza, sin conocernos, sin nunca haber interactuado o mantener dinámicas sociales, nos sentimos, nos olemos en la oscuridad de nuestros sueños, nos vivimos en la inmensidad de Gaia y hacemos los rituales de respeto de los cuatro puntos cardinales, del agua, la luz, la tierra, el aire, y en ello del cuidado de nuestros bosques.

Ellos, pero sobre todo a Pedro y Abraham que los conozco, arrebatan siempre la filosofía de Marcelo, y con ella construyen sus utopías y en el día a día van por ellas en una pedagogía que les permite sumar muchas voces, y talentos; baste ver el rio humano que llega hasta los humedales de Rio Volga, los cientos de manos y racionalidades no instrumentales que quitan las costras y las malolientes supuraciones de las llagas de Gaia, es decir, recogen la basura, y todo aquello que le es ajeno a la madre Tierra.

Los tres,  son héroes para muchos y muchas, pero lo son para la más importante para nuestra madre Tierra. Ella los protege porque sabe de su inteligencia emocional, porque sabe que comprenden que no es solo el daño para ella, sino es un daño social, una crisis de la sociedad, también una crisis de las mentes de las personas que están en busca de sus valores individuales y de alcanzar el éxito, el lujo, el hedonismo, el narcisismo sin darse cuenta que dañamos a la Tierra y que diario llora por los estertores de la muerte a los que se ve sometida por una dinámica de egoísmo, de consumismo y de la depredación, desertificación, impacto ambiental y daños a los mantos friáticos, al aire y la polución.

El desarrollo económico tiene sus impactos, necesitamos transformarnos en un desarrollo sostenible, como lo que pasa en la Camelina, o en el Rancho Tungui, necesitamos un sistema de valores, virtudes sociales, necesitamos del amor en la sociedad y a la madre Tierra. Requerimos urgentemente de tender nuevos caminos para la comunicación y convivencia de la humanidad, necesitamos como seres planetarios, de una familia planetaria y de una madre Tierra generosa, que nos da cabida en su seno, que nos abraza y nos ama.