La matrística.

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Sin duda alguna, me siento atraído por la personalidad y la brillantez de Humberto Maturana; en una de sus reflexiones diserta sobre el tema de la igualdad y la ausencia de violencia que estuvo presente en la matrística.

De manera permanente, presento mis ideas sobre los conceptos de igualdad, libertad, tolerancia, respecto, horizontalidad, lo dialógico, la alteridad y un sin numero de planteamientos tendientes a recuperar el sentido de lo “vivo que muere”, no de la vida, sino de aquellos seres vivos, que viven pero mueren, y en ello van los hombres, las plantas y los animales. En síntesis es avanzar en el respeto, la colaboración, en la conciencia del nicho ecológico donde vivimos, la responsabilidad social y solo lo lograremos con una educación cívica.Jugamos un doble papel socialmente hablando, de niños encontramos en el regazo de nuestras madres un aprendizaje de justicia, paz, armonía, fraternidad, igualdad, es decir es el amor que la matriz da a sus descendientes, la protección, es la cultura matrística, una madre con su hijos o hijos, incluso,  un pequeño animal lo vemos amamantar a sus hijos; es decir, nuestra infancia se funda en el respeto, la cooperación, la legitimidad del otro en alteridad, en la participación, en el compartir para solucionar problemas. Más tarde, ya en nuestro carácter de adultos nos enfrentamos a una vida que deja de ser atendida por la madre, y encontramos el patriarcado, fundada en hacer competir a los hombres, en enfrentarse para legitimar la fuerza, la apariencia, el cumplir con el mandato de masculinidad (Rita  Segato), en ocasiones incluye la mentira, la lucha, la meritocracia, la competencia, la guerra.

Se establece una contradicción que genera la pérdida de valores de paz y convivencia, fraternidad y justicia, frente ahora incluso el consumismo, el hedonismo, narcisismo, la búsqueda del éxito y el lujo, el individualismo y los valores líquidos, el vivir que muere líquido.

Maturana nos señala que existió una cultura matrística (de matriz), no matriarcal, que va desde los ocho mil años hasta los cinco mil años A de C. no era una sociedad que dominara mediante androcentrismo la mujer al hombres, era una cultura en que ambos eran colaboradores, pero no oponentes, se daba la complementariedad, como expresa Edgar Morín; no existía ni dominación, tampoco la subordinación, es decir, ni el mandato de masculinidad, ni el tributo de la feminidad. Vivian la vida en un aspecto de dinámicas cíclicas, de la vida y la muerte, es decir, como expresa Maturana, la vida que muere.  

Vivimos una cultura patriarcal que se centra en la dominación del hombre sobre la mujer, se controla y disciplina los cuerpos de la mujer desde su sexualidad y la procreación no solo de la mujer sino también animal.

Maturana nos explica que la matrística,  “Yo pienso y propongo que la cultura patriarcal se origina fuera de Europa, en Asia Central, al surgir el pastoreo con la exclusión del lobo de su alimento natural que eran los mismos animales migratorios de que dependía también el hombre. Al aparecer la apropiación, al excluir al lobo, se comienza a luchar contra él. Y así aparece la primera dinámica que dio origen a la enemistad. Después, el enemigo ya no es el lobo, sino cualquier otro al que se excluya para apropiarse de algo. En la cultura matrística, la emoción fundamental era el amor. Con la defensa del ganado cambian las emociones. Se pierde la confianza en la dinámica de lo natural y se comienza a vivir el miedo y el control”.

Pese a ello, cuando se encuentran estas dos posiciones, estas dos formas culturales, la cultura del patriarcado somete a la matrística; no obstante y pese a ello permanece una relación que aun hoy en los servicios de salud públicos, se atiende y es la relación materno-infantil. “Ésa es la razón de que hoy vivamos una cultura matrística en la infancia y una cultura patriarcal en la vida adulta, lo que significa vivir lo masculino y lo femenino en conflicto permanente”.

Esta es otra forma de observar la realidad que vivimos, una permanente contradicción entre los valores de la infancia y de la vida adulta, que mantenemos. Imposible regresar aquella fase histórica de hace ya ocho mil años, pero, nos expresa Maturana que se puede centrar la cultura en la ausencia del conflicto y la guerra, de la competencia, en la lucha, en la imagen, incluso en la negación mutua, cuando debemos de promover los valores, principios de tolerancia, respeto, colaboración, la ecoconciencia, y desde luego en la inteligencia emocional social.  

Maturana, expresa algo que requiere fortalecer la educación cívica, para la democracia, él nos habla: la democracia es una forma de cultura neo matrística, un modo de vida que rompe con el patriarcado, pues se fundamenta en el respeto, en la colaboración, en mirar al otro como un legítimo otro en el espacio de convivencia”.La cultura de la Paz, que atiende a resolver los conflictos en equidad, expresa Johan Galtung, utilizando el dialogo, coincide Maturana, quien expresa que la matrística, puede solucionar los conflictos sin acceder a la pelea, a la lucha, sino en la conversación, horizontal,  proyectar un quehacer juntos, de convivencia.

Exaltar a la democracia como una cultura neo-matrística debe estar centrada en la armonía de la exixtencia, no en la constante guerra, diatriba, en la lucha. “Implica también que el patriarcado deje de negar, someter y controlar a la mujer, pero por el otro lado, libera a la persona, que domina a otros hombres y somete y controla a las mujeres. Los varones con el mandato de masculinidad, estamos atrapados, dominados a los hombres y se lucha en contra de las mujeres.

Finalmente, Maturana, nos invita a reflexionar a que la lucha no es de la democracia. En la lucha se visibilizan vencedores y vencidos. El que se derrota esperara el momento de la revancha, es decir, las victorias que no exterminan al enemigo preparan la próxima guerra, el secreto en todo esto, es lograr la armonía, es decir “en el respeto del otro como legítimo otro en la convivencia y en el respeto por el mundo natural, en términos de tomar esa ecoconciencia que nos haga ver claro que la destrucción de nuestro hábitat significa también nuestra propia destrucción”.