Gerardo Herrera

La muerte, una sombra siempre presente.

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Gerardo A. Herrera Pérez

Si bien pensamos toda la vida en la muerte, porque sabemos pasara, nunca pensamos que podría suceder en el hoy, en el presente, lo vemos lejano, o lo sabemos lejano; la muerte puede llegar en cualquier momento de la vida, incluso en el que aún no nace, en la niñez, adolescencia, la juventud, la adultez.

Así, la muerte la percibimos no como la conclusión de un ciclo o un hecho localizado en un momento dado y que, por consiguiente, caracteriza sólo ese momento, sino como una posibilidad siempre presente en la vida, en esa vida que muere, como lo expresa Huberto Maturana.

El  hombre sabio, es decir el Homo sapiens (la única especie humana desde hace 13 mil años, nos comenta Yuval Noah Harari),  es la única especie que se ve acompañada toda su vida por la idea de la muerte. Ésta no es sólo un hecho que acaece inevitablemente en el orden necesario de los ciclos naturales de vida.

Por otro lado me pregunto, si en cierto sentido, la vida es el arte de administrar la muerte (hoy mismo una gran cantidad de personas se cuida de la pandemia del Covid-19, también de la Influenza, y también del VIH), alejar su llegada inminente intentando sortear los peligros que acechan al ser humano.

Desde otra perspectiva, y desde un plano de la subjetividad, de mi conciencia, mis experiencias y expectativas,  la vida del hombre adquiere individualidad singular al ser consciente de su muerte; esta idea lo acompaña desde la niñez hasta que deja de producir células, es decir, de su sistema autopoietico molecular,  la vida que muere. De esta manera, la existencia humana sería diferente si esta conciencia no existiera y la muerte llegara al final, no obstante siempre nos persigue la muerte, de ahí tantas expresiones al salir de nuestros domicilios.

De manera subjetiva, es decir, para cada persona, su muerte es la posibilidad más peculiar porque concierne su ser mismo y porque lo encierra en sí mismo; la muerte constituye la posibilidad extrema de la existencia que se aniquila a sí misma.

Desde otra perspectiva, la muerte es un corte absoluto, puesto que entre el vivo y el muerto no hay grado alguno, o bien, continuas con la autopoiesis (vives), o estás muerto,   la distancia entre los dos es la misma que separa el ser de la nada.

La muerte de cada persona, o mi muerte, no es la muerte de alguien sino una muerte que trastorna mi mundo, que termina con la vida; de esta manera, mi muerte, así como la muerte de cada cual es una muerte inimitable, única en su género porque afecta solo mi existencia irrepetible e insustituible, única.

La anticipación de nuestra muerte nos arranca de la cotidianeidad y nos descubre nuestro poder ser más propio. Cuando pensamos nuestra muerte en primera persona nos profundizamos en nuestra singularidad.  En el día de las ánimas, respetemos nuestros usos y costumbres, levantemos los altares, y hoy no salgas a los panteones, honra la memoria de tus ánimas en tu mente, en tus costumbres.