Mujeres y hombres planetarios

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Los hombres requerimos de pensarnos sobre las masculinidades que ejercemos, para despensarnos del patriarcado y repensarnos sin ideologías machistas, misóginas, clasistas, racistas, xenófobas, homófobas, transfobia, bifobia, lesbofobia, entre otras, comprendiendo la importancia de avanzar en una sociedad que requiere de fortalecer su sistema de valores sustentado en la igualdad, la libertad y la autonomía en el marco de la dignidad humana.

En las disertaciones de éstos días y relacionadas con el Día Internacional de la Mujer, tuve la oportunidad de compartir algunos comentarios con médicos de Aguascalientes sobre la importancia de ver a la mujer en un contexto de ser humano tridimensional, es decir: individual e irrepetible; social y  cercana a los movimientos sociales, pero en ausencia muchas mujeres que aún no se suman a los movimientos y que constituyen las emergencias frente a la violencia y los feminicidios en los que se vive, o bien, a los que están expuestas, pero también como género humano, verlas como mujeres planetarias con sus  pactos civilizatorios.

Sigo pensando en las imágenes que ofrecieron los medios de comunicación de los diferentes lugares de la geografía del México moderno en donde se realizaron actividades programadas para la conmemoración de esta fecha planetaria; sin precedente la realizada en la Ciudad de México, seguramente muchos expresaran su desacuerdo por las pintas a edificios, cristales rotos y otros atropellos, así como el entintado de rojo de la Fuente de la Diana, en el Paseo de la Reforma; la verdad que las mujeres han pasado años siendo sometidas, controladas y disciplinadas por el hombre, nunca se podrán hacer comparaciones de estos hechos contra los miles de mujeres que han muerto a manos de hombres; pintar de rojo una fuente donde esta una mujer, no es otra cosa que señalar simbólicamente la sangre derramada por mujeres a manos de una patriarcado controlador y androcentrista.

Por otro lado, este día Internacional de la Mujer, lo conmemoran infinidad de mujeres, viviendo la diversidad social, cultural y sexual, mujeres cisgénero y mujeres trans, ambas mujeres; aunque en el devenir del día tuve la oportunidad de ver a diferentes mujeres que están alejadas de conmemorar una fecha que visibiliza el gran aporte de la mujer y las diferencias sociales sobre las que vive. Vi a mujeres indígenas en los cruceros de Pátzcuaro, Uruapan, y  Morelia vendiendo y presentando un acto de malabarismo.

Vi otras mujeres apuradas haciendo las tortillas para su venta de comida, a otras más, atrincheradas vendiendo fruta fresca cercana al mercado. Vi a mujeres cuidando carros, también recién salude a mujeres trabajadoras sexuales en Plaza Carrillo, aquí en Morelia.

También escuché a las reporteras y periodistas, me atraparon los comentarios de analistas que trabajaron en este día, cada quien lo conmemora en las condiciones que pudo. Otras mujeres ni cuenta se dieron de esta fecha, aquellas que viven en estado de discapacidad mental, aquellas postradas en el hospital o en sus casas, aquellas que las buscan sus padres, las que se perdieron, las que seguramente aún se encuentran en fosas clandestinas. Existe una deuda pendiente de la sociedad para con la mujer que ha vivido el control del hombre.

Es decir, pareciera ser que es un privilegio para quienes asisten a las  marchas y eventos para la conmemoración de este día, lo digo porque justamente no todas las mujeres en diferentes clases sociales y actividades productivas pueden asistir.  

No obstante veo que crecen los contingentes de las marchas y los eventos, son las mujeres de diferentes edades, pero principalmente jóvenes que se suman a estas demandas que visibilizan, lo que esta invisible, lo que se estigmatiza, lo que genera prejuicio, lo que se violenta, lo que se discrimina, lo que se asesina, es decir lo que se le arrebata la voz, el poder y el valor.  

Estamos conscientes de que falta mucho por hacer, pero este debería ser un trabajo conjunto, es decir, las mujeres en su lucha permanente y los hombres reeducandonos para transformar nuestras prácticas de sometimiento y control, a prácticas que ayuden a construir un mundo en equidad, en igualdad formal, en respeto a la otredad, es decir pesarnos, despensarnos patriarcalmente, para repensarnos solidariamente en compartir de compartir las tareas en el espacio privado principalmente, pero también en los espacios públicos.