Paz pero sin violencia

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Por: Circe López Riofrio

Transitar hacia la paz se anhela todos los días, pero el camino es sumamente complejo y creo que tardaremos en hacerlo realidad desafortunadamente. La violencia es un fenómeno que expresa diferentes niveles de brutalidad y descomposición social y se alimenta del mismo sistema político y económico, incluyendo el de justicia.

Hay quienes aseguran y creen que se defiende a los agresores, que el sistema de justicia penal no sirve, y que este los libera, pero esto no siempre es así, lo que pone en evidencia este sistema de justicia son las fracturas que no terminan de cerrarse ni tampoco se ocupan prioritariamente de ellas, y es que sí, muchas de ellas están vinculadas con actos de corrupción y de tráfico de influencias, que debilitan aún más el estado de derecho y la gobernabilidad.

Minatitlán, Veracruz, como muchas otras escenas que se nos vienen a la cabeza, en donde lo que vemos es la espectacularidad del poder, la impunidad y la muerte, una advertencia dura y directa, para cualquiera que esté viendo las noticias, y que no se trata sólo de miedo sino de algo más y que cada persona interpreta de una manera menos consciente, porque no hay explicaciones de lo ocurrido, solo son imagines vueltas a pasar una y otra vez que taladran hasta los huesos, en donde observamos que la actuación de la autoridad se limita a pronunciar que “se hará justicia y que todo el peso de la ley caerá sobre los responsables”, frase que por cierto ya nadie cree, y es que ahora es parte de una mofa constante, de incredulidad sobre la autoridad y por ende de la justicia.

Minatitlán nos indica más allá de esa ejecución y la barbarie que masacra a un bebé, la extrema complicidad y colusión del entramado que ha construido no sólo el crimen organizado, las bandas criminales y las personas que participan directa o indirectamente en ellas, sino lo más preocupante el tejido que han bordado con y desde la comunidad, las familias, las personas, que justifican, silencian y defienden territorial y espacialmente, cosa que no lo ha logrado hacer el gobierno, al menos cuando de fortalecer la justicia y legitimar la gobernabilidad se trata.

En lo que conocemos como seguridad, persiste un clasismo y una separación de intereses que se vive como privilegio no como un derecho, quienes más tienen más pagan por que se les cuide, más altas ponen sus mallas, los costos son más altos por la tecnología para la seguridad, incosteables son los seguros de vida, complejos son los circuitos cerrados y más fraccionamientos que se privatizan con altas medidas de seguridad, alejándolos de la realidad y paradójicamente también van apoderándose  de los recursos naturales no como una forma de subsistencia sino de opulencia. Lo preocupante de estos son las acciones que repercuten en el divisionismo de la población y que agravan aún más la violencia, ya que pareciera que donde la mayoría de la gente vive estos grupos delincuenciales encuentran opciones para vivir, controlar y asechar, y que además casi siempre son espacios en donde hay extrema pobreza y por supuesto no hay eso que llaman seguridad pública.

La subsistencia de estos grupos criminales y delincuenciales no está centrada prioritariamente en las zonas de opulencia, está centrada en el control y azote de zonas comerciales de colonias y barrios “populares”, así como de áreas con condiciones de alta vulnerabilidad y marginalidad, en las cuales pareciese que no se puede afrontar la vida con normalidad y además festejarla, porque puede terminar en tragedia, cuando no se ha pagado “la cuota” para no ser molestados o bien porque alguien está relacionado o confrontado con quien controla e impone las reglas e intereses acordes al nuevo jefe de plaza.

Si el gobierno, los gobiernos, las autoridades, todas, incluyendo las morales, sociales, eclesiásticas, políticas, empresariales, lograran refundar una especie de acuerdo con y entre la ciudadanía, a través de la participación y la reorganización social, tal vez podamos pensar que se va hacia el camino adecuado, en donde la ciudadanía pueda señalar sin miedo y sin consecuencias a través de mecanismos de seguridad y confidencialidad, las violencias que confluyen y los actores que juegan en ella y cómo estás han repercutido en sus vidas, pero esto no lo podrán hacer sin la articulación con los tres poderes y niveles de gobierno, y es aquí donde persiste el conflicto; es terriblemente frustrante ver como cada quien inventa su agenda política más no ciudadana, inventan sus soluciones, sin base alguna, establece que debe o no ser prioridad, impone cifras y distribuye recursos discrecionales para someter y devaluar aún más la autoridad local, rompe las posibilidades de fortalecimiento de la gobernabilidad, reproduce y profundiza las desigualdades. Ejemplo de ello fueron las declaratorias de alerta de violencia de género contra las mujeres que se utilizaron y utilizan, como herramienta política para que no se dijera nada al respecto, porque afectaba la economía, el turismo, las inversiones, las elecciones, es decir se evidenciaba la verdad y la realidad.

Antes era impensable que se asesinara a jueces, magistrados, candidatos/as, pero esto sucede ya desde hace 25 años, y seguimos en una espiral de criminalidad, crueldad y inhumanidad, no hemos visto si quiera un ápice de congruencia y humildad entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, y que salgan a decir que cerraran el circulo, que serán uno en términos de estrategia, que no habrá impunidad y que depuraran sus propios sistemas, que no habrá perdón sino justicia y un debido proceso, que no habrá justicia a modo sino que se mejorará el existente, que se exhibirá la corrupción, que se romperán todos los circuitos de protección y de influencias, que se señalaran unos a otros, que no habrá nadie que pueda quedar exento de sanción, que se romperán todos los mecanismos de silencio y complicidad; casi tan bello como un mundo ideal, inalcanzable lo sé, pero mientras aquí y ahora, tratamos de no ser víctimas por otra parte seguimos evadiendo la responsabilidad de construir un mundo más justo y menos cruel, es más fácil estar sentados frente al televisor o el celular esperando que alguien nos ayude, alguien nos salve porque estamos aterrados/as.

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