Taparse los ojos o las narices

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Por: Circe López Riofrio

Iba caminando por la calle con extraordinaria habilidad, a mi edad, tratando de no pisar los desechos que dejaban los diferentes dueños de los perros que sacaban a caminar por las mañanas, más bien muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro porque así no se podría identificar quien no los había recogido, ya que era más fácil hacerlo en la clandestinidad y fingir demencia. Seguía caminando y parecía un campo minado y me preguntaba es qué a nadie más le importa, hasta que por fin llegue a mi destino pero para sorpresa mía había algo mucho más abominable y era la defecación de una persona que lo había hecho atrás de la fila de autos estacionados, no solo el olor sino la inimaginable escena.

Lo anterior solo me dejaba dos opciones fingir que no pasaba nada y olvidar todo en el mismo momento en que cerraba la puerta de mi auto e irme de ahí o bien hacer algo para que eso no siguiera pasando, porque además uno supone que en una unidad habitacional eso no podría pasar, que eso pasa en otros lugares, menos en donde vivimos, pero esto no es así, pasa también en el fraccionamiento privado hasta en el lugar menos impensable, como un estacionamiento, como la calle, afuera de una escuela, atrás de la iglesia, en un mercado, en todos lados, sí en todos lados.

Seguramente nos parece terrible y escatológico en el menor de los casos, pero estos días de intenso trabajo he visto con sumo desagrado y hasta cierta incredulidad constatar que así viven muchas personas que ocupan cargos denominados de alta responsabilidad y representación ciudadana, nos han dicho con mirada desorbitante incluyendo quijada caída que el país está mucho peor de lo que pensaban, caray pues donde estuvieron todo este tiempo, cuando sabemos que han saltado de partido en partido, de curul en curul, de cargo en cargo público, cómo es posible que no miraran donde pisaban, porque no vieron la mierda tirada si caminaban por ahí, vivían aquí, hacían eventos ahí encima de ello, pero decidieron no mirar, decidieron no hacer nada e irse por el camino de la indiferencia, porque lo otro implicaba embarrarse posiblemente.

La negación de la realidad, no es una justificación loable, frases que intentan ser convincentes como: “nos dejaron un país mucho peor de lo que pensábamos” y “está muy difícil la situación y no va hacer fácil”, les escucho y de verdad me acuerdo de ese camino minado y pienso que posiblemente esta gente solo camino por lugares llenos de azúcar y de flores aromáticas, de color rosa, donde sólo había felicidad, tal vez se toparon con uno que otro bache en la calle, alguna calle llena de basura que obligaban a recoger para que al pasar estas personas no miraran lo feo, lo duro, la hostilidad, la cruda realidad, esa sucia y cruenta sobrevivencia, esa que prostituye niñas y niños en diferentes centros turísticos nacionales, esa que silencia a niñas que han sido agredidas sexualmente y que bajo una moral tergiversada, ridícula e indeseable y mal sana les obliga a parir para encubrir al agresor que seguramente es un familiar cercano y directo o bien esa violencia salvaje machista e impune socialmente que priva de la vida a madre e hija que se divierten en un baile, esa pobreza también humana que nos destroza poco a poco.

Eso que les sorprende e indigna ahora, eso que parece que no se puede solucionar y que provoca quijadas caídas de la sorpresa de un mundo podrido hasta la medula, es la realidad que transitamos todos y todas, que enfrentamos cotidianamente desde diferentes frentes para transformarlo y convertirlo en un lugar mejor, así como hay quienes barren todos los días aunque no sean sus desechos para no seguirlos pisando, así como hay quienes hacen acciones en donde abordan las implicaciones que tiene esto en el bienestar de la sociedad y la responsabilidad que esto implica. Sin embargo, estas personas que hacemos algo para no seguir pisando estos desechos, enfrentamos ahora una situación mucho más compleja, no hay para escobas, ni para recogedores, porque la austeridad, que en realidad es un sistema de control y vigilancia no sobre quien sigue tirando sus desechos sino sobre quien pretende recogerlos, sí así de absurdo, parejo para todos y  todas.

Porque su despertar, porque abrir los ojos y oler lo que se desecha, es algo inadmisible, se sigue negando la realidad, esta que hemos caminado y transitado, esta que pintamos de colores para que no se vea tan fea la pobreza, el descuido y deterioro de los servicios básicos, es decir que no se refleje la corrupción y malversación de recursos, que no se note que se han enriquecido bajo una democracia que está asociada a la impunidad y la opulencia, que sigue abriendo la brecha clasista, racista, discriminadora, que sigue separándonos, que sigue negando que huele mal.

Hacia dónde vamos ya no es una pregunta pertinente en este tiempo, preguntar, cuestionar, se ha convertido en desacreditación y asociación inmediata a un régimen que no queremos que regrese, pero perdón, hay que recordarles todos los días a estos obnubilados que salimos a votar porque no queríamos seguir bajo ese mismo régimen, y este cambio no se logró solo con votos de base dura, se logró porque las personas queremos seguir limpiando los desechos, porque al limpiar, anhelamos que se sentarán las bases para la justicia, se podrá acusar sin tener miedo, se podrá establecer una base de oportunidad para tener lo justo y lo necesario para vivir dignamente, se denunciara para proteger y garantizar los derechos humanos, se cuidará el medio ambiente de la devastación de las mineras, de las termoeléctricas, de los consorcios empresariales que se apropian del agua sin tener que morir por defender, así las cosas.

Ya por último, por favor dejen de decir que este cambio tardará, que no se da de la noche a la mañana, sabemos que no es así, pero tampoco es por ahí, apretándose las narices y cerrando los ojos como dejaran de pisar la realidad o la mierda, como quieran llamarle.

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