¿Y los otros 364 días?

Principal

La Navidad describe un estado emocional que pretende recordarnos que nadie está solo, que todos tenemos un propósito y una persona que cuida de nosotros.

Morelia, Michoacán a 24 de diciembre de 2018.- El significado de la Navidad definido en el diccionario dice que la palabra Navidad significa lo siguiente: festividad religiosa que se celebra el día 25 de diciembre, en que los cristianos conmemoran el nacimiento de Jesús. Sin embargo,
si la Navidad es una fiesta cristiana, entonces ¿por qué las personas que no son creyentes también la celebran? ¿Por qué no sólo la celebran, sino que también los conmueve?

La Navidad no es algo que venga de una tienda, de un regalo, de una galleta, de un árbol, de una piñata o de una canción. La Navidad no es realmente algo tangible, sino más bien un simple nombre, una simple palabra. Es en realidad lo que podría definirse como un estado emocional que comparten innumerables personas durante una época. Alrededor del mundo, cada una de las personas que la celebra puede verla de diferente forma y festejarla con diferentes tradiciones, pero lo cierto es que el resultado de ella siempre es el mismo. Con resultado no me refiero a los regalos,la comida y las risas producidas durante ésta época. Con resultados me refiero a el poder de convocatoria que ejerce sobre cada una de las familias, el poder de unión esparcido por cada esquina del círculo global, y el poder de hacer a todos olvidar los problemas y las diferencias por una sola noche para reunirse y celebrar con los demás. La magia de la Navidad al final de cuentas logra verdaderamente unir todas las piezas del rompecabezas. No importa si las personas celebran el nacimiento de Jesús, o si festejan únicamente una tradición cultural.

La Navidad simplemente logra recordarle a cada una de las personas que habitan este planeta que nadie está solo, que todos tenemos a alguien que nos cuida la espalda, que el mundo no es todo lo que hay y no llegamos aquí simplemente porque sí. Pero sobre todo, que cada uno de nosotros tiene en algún lugar del corazón aunque sea un mínimo rastro de esperanza y amor que nos mantiene vivos.

La Navidad describe un estado emocional que pretende recordarnos que nadie está solo, que todos tenemos un propósito y una persona que cuida de nosotros. Y es precisamente eso, lo que crea una sensación de paz y alegría interior. Es ese estado emocional que posee el poder de separar los prejuicios, el odio, y el rencor de las personas para remplazarlos por amor, alegría, generosidad y empatía. Es ese poder el que une no sólo a los cristianos en esta época, sino a todas las demás personas. Porque judíos, musulmanes, ateos, católicos o budistas, todos somos humanos con un mismo origen y por ende compartimos las mismas necesidades y el mismo deseo de encontrar paz felicidad.

La Navidad es, aunque la mitad del mundo no lo crea, la magia del amor que nos fue obsequiada por Dios ese 25 de diciembre en el pesebre de Belén. Es ese gozo el que Jesús trajo con su nacimiento. El mismo que percibieron los pastores, los Reyes Magos, José y María en el preciso instante en que escucharon el primer llanto de nuestro Mesías. Que los demás lo crean de ese modo o no, no es un factor que afecte el resultado final. Pues es cierto que el día de Navidad la mayoría de las personas logran verdaderamente encontrar un estado de paz, felicidad, esperanza y abundancia.

Ahora, ¿qué hay de los otros 364 días del año? ¿Por qué de repente cuando el árbol se desmonta, los regalos se desenvuelven, las galletas se acaban y las luces se apagan, ese estado emocional se borra de nuestras mentes como si nunca hubiera existido? Me gustaría dejarles a ustedes la tarea de encontrar la respuesta a esa pregunta. ¿Qué sucede con ese regalo de Dios? ¿Qué es lo que hacemos para destruirlo? Pero lo más importante, ¿qué sería del mundo si ese estado emocional perdurara durante el resto del año? ¿Habría menos guerras, menos corrupción, más sonrisas,más amor, menos sufrimiento, mayor paz, mayor generosidad? ¿O simplemente todo seguiría igual?

POR MARÍA CRISTINA OLIVARES MIERES / EL HERALDO

Tagged

Deja un comentario