Control y sexualidad.

Hace unas semanas, en un evento organizado por estructuras que implementan diseño de política pública para la atención de adultos mayores reflexionaba sobre el momento posmoderno que vivimos, la posición que se ejerce en el mercado para el consumo de productos milagro y de mantenimiento de la sexualidad por dicho segmento de la población.

Ayer comentaba con colegas doctores sobre el tema de la sexualidad, el viagra y otros productos para excitar,  vinculados al mercado, al patriarcado y al modelo económico que vivimos; uno de los doctores  nos comentaba acerca de la posición de  Beatriz Preciado,  filosofa que no se autoadscribe a ningún binarismo y que ha realizado investigación sobre estudios Queer; Preciado reflexiona sobre el mercado, las empresas farmacéuticas, la pornografía y otros elementos fundamentales para la venta de productos y servicios para el placer, es decir para el hedonismo.

En efecto, hoy, se genera un nuevo tipo de producción sexual vinculado al mercado, a las farmacéuticas para la reproducción in vitro, inseminación artificial, vigilancia del embarazo, motorización y prevención intencional del parto, disfrute del ejercicio sexual, la vigorosidad sexual, etc. Aquí se da un negocio en el que el cuerpo tiene una funcionalidad para los deseos y los afectos.

Preciado nos adelanta que el nuevo capitalismo farmacopornográfico funciona en realidad, gracias a la gestión biomediática de la subjetividad, a través de su control molecular y de producción de conexiones virtuales audiovisuales.

Y es que la industria farmacéutica y la industria audiovisual del sexo son los dos pilares donde se apoya el capitalismo; sino las preguntas de cómo realizan las acciones para promover la importancia del  vigorismo sexual, las pastillas para tener mayor potencia y tiempo en el uso goce y disfrute del cuerpo, se requiere de promover la necesidad.

Las farmacéuticas invierten importantes sumas de dinero a la investigación, pero una vez encontradas las fórmulas de los fármacos, éstos se producirán con costos bajos, pero elevados precios al público consumidor. El biocapitalismo farmacopornográfico no produce cosas, produce ideas móviles, placeres vivos, símbolos, deseos, reacciones químicas y estados del alma, de placer, dicho de otra manera no hay objeto que producir, se produce un sujeto a escala global para el consumo de sus reacciones químicas y físicas que le ayuden a tener placer, a tener una reproducción incluso.

La occidentalización de estos procesos no cabe en África y Asia, donde las urgencias están en atender la malaria, el sida, la tuberculosis, hombres que tienen una esperanza de vida que no pasa de los cincuenta y cinco años.