¿Por qué una víctima de violencia sexual puede tardar años en decirlo?

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  • Para algunos es increíble, pero hay razones muy concretas por las que un abuso, acoso o violación se cuenta hasta muchos años después.

Morelia, Michoacán a 31 de marzo de 2019.- María fue abusada por su primo de 13 años cuando ella tenía solo 5. Tocó sus genitales con los de él en tres ocasiones cuando la encerró en su cuarto. Ella era tan pequeña que ni siquiera sabía de qué se trataba, ¿era un juego?, ¿era algo malo? Eso sí, él se encargó de decirle que no podía contar nada porque era su secreto. Jamás lo confesó a sus papás, a sus amigas, a su abuela que la cuidaba en ese momento.

Por 17 años no volvió a recordar el hecho, había permanecido oculto en alguna parte de su memoria. Ella no veía a su primo porque vivían en ciudades muy lejanas, eso hizo que aquel suceso fuera más fácil de olvidar. Un día, su padre le dijo “Viene tu primo Poncho para bautizar a su hijo, ¿puedes ir?”, como por arte de magia, los recuerdos de esos encerrones en casa de su tía de Mexicali volvieron nítidamente. María tenía entonces 22 años, trabajaba, ya sabía perfectamente que eso no fue un juego de niños.

Contar esta historia fue una prueba muy difícil, primero lo hizo en su blog que apenas leía su círculo más cercano de amigos; por la forma en como lo redactó, varios pensaron que era un relato de ficción, otros, alarmados, sí le escribieron para darle su apoyo. Cinco años después, cuando el primo volvió a la Ciudad de México y a ella no le dio la gana volver a verlo, le contó las razones a sus padres. “¿Por qué tardaste tantos años en decírnoslo?”, fue lo primero que le recriminaron. Su madre le creyó y a su padre aún le cuesta trabajo creerlo y evita el tema cuando se toca.

Como el caso de María hay miles o millones, callar una agresión de este tipo es algo común. No existen estadísticas al respecto porque la misma cifra de personas afectadas es una cifra negra.

Para saber por qué ocurre este efecto consultamos a Amyra Lira, Directora de Acompañamiento en Casa Mandarina (quien también fue víctima de abuso sexual) y a la doctora Carmen Beltrán, Coordinadora del programa de atención integral a niños y adolescentes víctimas de abuso sexual del Hospital Psiquiátrico Infantil, Dr. Juan N. Navarro de la Secretaría de Salud.

De lo conversado con ellas, pudimos destacar estas 10 razones por las que una agresión sexual suele no contarse sino hasta tiempo después.

1. No siempre se sabe que fue un abuso sexual

Aunque suene difícil de creer, sufrir un abuso sexual o una violación no es algo que sea tan claro. Depende mucho de la relación en la que se esté, de la edad, de la capacidad mental de la persona. En ocasiones se está bajo la impresión equivocada de que estaban en una relación consensual y no frente a un delito sexual.

“Sucede mucho, sobre todo en niños que —aunado a su nivel de desarrollo mental y capacidad intelectual— no comprenden que lo que está sucediendo es una conducta sexual abusiva. Esto se conjunta con que no hayan recibido una educación sexual, entonces ignoran lo que les ocurrió”, señaló Carmen Beltrán.

“Es como hasta cuarto año de primaria, cuando les comienzan a dar educación sexual o —en el peor de los casos— cuando ven programas como La rosa de Guadalupe cuando logran reconocer que esa conducta que les pareció incómoda y no podían nombrar, fue en efecto una conducta sexual abusiva”, agregó la paidopsiquiatra.

2. Son personas conocidas

En el imaginario colectivo se suele pensar que un perpetrador sexual es aquel que está oculto en un callejón oscuro en espera de que pase una chica sola que es presa fácil para atacarla, cuando la realidad es muy distinta: las víctimas suelen conocer a sus agresores, están en contacto con ellas y hasta puede que vivan en la misma casa.

“Entre las estadísticas de violaciones y violencia sexual, la cifra más alta está en gente cercana a las víctimas (un familiar, un amigo). Denunciar a un desconocido resulta mucho más fácil que con alguien cercano. Esto complica mucho más el ir y poner una denuncia, el contexto implica afectar una dinámica familiar, destruir una buena relación laboral”, expone Amyra Lira.

“Si se trata de algún conocido (un familiar) se suele culpabilizar a las víctimas con discursos como ‘si tú lo cuentas, me van a meter a la cárcel’, ‘vas a dejar a tus hermanos sin padre’, ‘vas a hacer que se rompa la familia’, entonces en su ingenuidad se sacrifican y callan para proteger a los otros”, apunta la doctora.

De acuerdo con la psiquiatra infantil, en el caso de los niños con alguna discapacidad, existe 1000% de más probabilidades de ser abusados y tienen menos herramientas para elaborar una denuncia; caso aparte, la justicia minimiza los abusos que sufren por la misma discapacidad.

3. No siempre hay forma de probarlo

Sin han transcurrido días, meses o hasta años, es probable que las pruebas hayan desaparecido, incluso algunos rastros de daño psicológico, no obstante, esto no borra el hecho de que por el cuerpo de una persona haya pasado una violencia sexual.

“Hay quien, como no denuncia a tiempo, pierde las evidencias para probar que existió violencia sexual; no hay golpes del abuso o de la violación, pero va a tener los daños psicológicos, va a tener distorsiones de comportamiento, y eso es en lo que hay que indagar, no en pedir pruebas que no existen y no tendríamos por qué exigir”, dijo Amyra.

“Hemos notado una falta de sensibilidad de las autoridades. Aunque en el código penal de la CDMX y en el federal se considera abuso o violación sexual los tocamientos de las partes íntimas, hay quien no recibe ese tipo de denuncia porque no hubo penetración y vaginal, como si otro tipo de tocamientos o agresiones no contaran. Quien ejecuta las leyes parece que no las conoce”, dijo Beltrán.

4. Por la revictimización

De acuerdo con las dos expertas, la revictimización es una de las principales causas por las que no se cuenta que existió una conducta sexual abusiva. Además de que se tiene que recordar todo lo ocurrido, de que la herida cerrada se abre de nuevo, se enfrentan a una ola de desacreditación, de culpabilizar por la ropa que vestían, por sus formas de actuar y hasta porque no se defendieron.

La psiquiatra pone énfasis en las repercusiones psicológicas que tiene en las víctimas el impacto de eventos traumáticos, que muchas veces pueden desencadenar en intentos suicidas y problemas en su vida sexual (sobre todo en adolescentes). “No se debe minimizar las afectaciones mentales que puedan existir”.

5. Porque implica una relación de poder

“La violencia se da mucho por actos de poder, porque hay personas que están en puestos muy altos y se vuelven incuestionables; porque son el mejor maestro, el director, el gran cineasta, el músico famoso, el talentosísimo escritor, pero que son violadores y la presión social está sobre la persona que se atreva a levantar la voz contra ellos”, asegura Amyra Lira.

“Tienen que volver a pasar ese episodio traumático al contar su caso a las autoridades, denunciar legalmente es un proceso larguísimo y todo ese esfuerzo no corresponde a un resultado positivo, no hay justicia. Parece que las leyes protegieran más a los agresores que a las víctimas”, asegura la doctora.

6. Porque sabe que el sistema no la ayudará

En muchas formas de violencia sexual no existe una tipificación que pueda ser penada.

“No existe una valoración de todas estas conductas machistas, que en realidad son delitos como el acoso, el hostigamiento en las escuelas y los trabajos, y que pasan a ser abusos sexuales y hasta violaciones. Las mujeres incluso tenemos un desconocimiento sobre este tipo de delitos. De ahí que ante la justicia quedemos como las exageradas y nos recriminen ‘pues qué hizo ella para que la acosaran’, ‘seguro iba vestida provocativa’ y todos esos comentarios que validan la violencia”, explica la integrante de Casa Mandarina.

Al ir a denunciar les preguntan ¿y tú por qué no actuaste?, ¿por qué no opusiste resistencia?, ¿qué hiciste para evitarlo?, ¿por qué no dejabas a tu novio? Como si eso se le preguntara a una persona que fue asaltada. “Socialmente eso ha sostenido el miedo, el temor, todo este tabú que hay alrededor”, agrega.

De acuerdo con Beltrán y los datos de un estudio hecho en México por la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (aún con todas sus deficiencias) se coincide con estadísticas internacionales: solo el 6% de los casos de abuso se denuncia. Existe una cifra negra del 94%, lo que da un estimado de 600 mil casos anuales y que no están siendo reportados por todos las instancias de procuración de justicia”.

“Las estadísticas en México indican que de cada 10 casos que se denuncian, uno solo es al que le levantan una carpeta de investigación; de cada 10 a los que se les levanta una carpeta de investigación, uno solo es el que se lleva a proceso, y de esos 10 que se procesan solo uno es sentenciado. Esto desalienta mucho a la denuncia y provoca un subregistro muy importante”, agrega la especialista.

7. Para evitar que las estigmaticen

Muchas de las víctimas prefieren crear una realidad alternativa, una en la que el abuso no ocurrió. Si una víctima se esconde detrás de una fachada de éxito, competencia y logros, admitir los abusos pasados ​​pueden destruir esa fachada. Ser víctima de violencia sexual es altamente estigmatizado.

“En nuestra sociedad, muchas veces lo que se hace con las víctimas de abuso sexual es enjuiciarlas. Se busca culpabilizarlas, a mí me tocó vivirlo en persona y con las mujeres que he acompañado para denunciar”, recuerda Amyra.

“La importancia de la virginidad aún abunda en la sociedad, de hacer sentir a las mujeres que ya no valen como seres humanos. Esto las expone a otras conductas sexuales de riesgo”, asegura la doctora Beltrán.

8. Muchas no recuerdan lo ocurrido

Como en el caso de María, algunas víctimas simplemente no recuerdan haber sido agredidas. De acuerdo con Lira, en México poco se reconoce el efecto del trastorno de estrés postraumático: “Este suele actuar después de vivir una agresión sexual; puede ocurrir que tanto las emociones como los pensamientos o la sensación del momento se paralicen unas horas, varios días o hasta años en los que no se recordará lo vivido. Es una de las razones más importantes y menos reconocidas en nuestro país”.

Este trastorno, explica Amyra, tiene que ver con procesos químicos del cerebro, que hacen que una víctima bloquee la información y no recuerde con claridad los hechos. “Se debe a un impacto fuerte que sufrió una persona”.

En el caso de abuso sexual infantil (y muchas veces el abuso de adultos), la denuncia puede interrumpir todas las relaciones importantes para la víctima. Los familiares y amigos eligen la narración más fácil: que la víctima está mintiendo. Creer que alguien ha mentido es más fácil que creer que un ser querido ha violado a un niño.

9. No saben a quién contárselo

“Hay casos en que los agresores son personas sumamente agradables, que la mayoría de sus conocidos aprecia y admira. El patrón de conducta de los agresores no es que sean personas agresivas todo el tiempo, sin embargo, tienen muy bien manejada la habilidad de manipulación, incluso suelen ser hombres muy agradables con quienes no son sus víctimas, tienen la fachada de gente brillante, inteligente y así es como generan una pantalla que los protege del delito”, apunta Amyra.

“De este modo, los agresores se protegen porque no salen a la calle con una etiqueta de violador. La violencia sexual son delitos que se dan de forma oculta, no suceden enfrente de cientos de personas —la mayoría—, hay toda una estructura con la que eso se sostiene. De ahí que no exista una apertura a reconocer a quien delinque”, añade la integrante de Casa Mandarina.

Según nos dice la doctora Beltrán, en el 90% de los casos, el abuso sexual se da con personas conocidas, y muchas de ellas dentro de la misma familia (del 60 al 85% de los casos es con un familiar). “Es solo pensar: si la persona que tendría que protegerme y ayudarme es la que me está lastimado, ¿con quién cuento? Ese sentimiento de desvalidez hace que prefieran no contarlo”.

10. El silencio parece más seguro

Nombrar un acto de violencia sexual lo hace real. Mantenerse en silencio es una forma de protegerse.

Si el agresor fue alguien cercano y se tiene mucho miedo a revelar lo ocurrido, muchas víctimas prefieren permanecer calladas. Ocurre lo mismo si el perpetrador fue alguien famoso/poderoso que tiene los medios para arruinar la vida de la víctima.

“Si lo digo y nadie me va a creer, entonces ¿qué caso tiene?”, comenta Amyra, que no obstante, alienta a que las denuncias sí se hagan, pues son las que dejan registro del problema y es la única forma de hacerlo más visible, de ponerlo en la agenda política y se actúe más, mejor y de forma oportuna hacia este tipo de delitos.

Fuente / México.com

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