Ama lo que haces…

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Esta frase ¿Para ti qué conduce, a la salvación o a la devaluación del trabajo real y a la deshumanización de la gran mayoría de trabajadores?

Fuente: Acción Preferente

No hay duda, la frase “haz lo que amas” es el mantra no oficial de nuestro tiempo. Cada vez que no sabemos si deberíamos seguir con un trabajo, el consejo usual es “¿Te gusta? Porque si no es así deberías renunciar”. A primera vista esto suena inspirador, ya que nos hace pensar que podemos lograr hacer del trabajo nuestra pasión. Sin embargo, Miya Tokumitsu escribió un artículo llamado “En el nombre del amor” para el sitio Slate, en el que afirma que ésta frase no conduce a la salvación, sino que a la devaluación del trabajo real y a la deshumanización de la gran mayoría de los trabajadores. A continuación te dejamos las razones de Tokumitsu:

“Haz lo que amas” nos impulsa a reflexionar sobre lo que más nos gusta hacer para luego convertirlo en algo que nos permita ganar un sueldo ¿Por qué nuestro placer tiene que ser con fines de lucro? ¿Hacia quién va dirigido todo esto? Éste es un apretón de manos secreto entre los privilegiados y supone una visión del mundo que disfraza su elitismo como un noble crecimiento personal. De acuerdo a esta forma de pensar, el empleo no es algo que se hace para recibir una recompensa, sino que es un acto de amor. Si por alguna razón la persona no está siendo suficientemente compensada, es de suponer que se debe a que la pasión y determinación del individuo son insuficientes. El verdadero logro es hacer que los trabajadores crean que su trabajo sirve para alimentar su propio desarrollo personal y no el del mercado.

Los aforismos suelen tener numerosos orígenes y reencarnaciones, pero no hay consenso sobre la naturaleza de éste. Oxford Reference vincula a la frase y sus variantes a Martina Navratilova y François Rabelais, entre otros. Por otro lado,Internet la atribuye a Confucio, ubicándola en un brumoso pasado. Oprah Winfrey y otros vendedores de optimismo han incluido la idea en sus repertorios durante décadas. Incluso el mundo de las finanzas la ha integrado como: “Si amas lo que haces, no es trabajo”, tal como lo dijo el co- Gerente General de la firma de capital privado Carlyle Group, David M. Rubenstein, en CNBC.

Steve Jobs, fue uno de los más importantes predicadores de esta frase. En su discurso de graduación en la Universidad de Stanford en el año 2005, él habló sobre la creación de Apple y compartió la siguiente reflexión:

“Tienes que encontrar qué es lo que amas. Y esa premisa será igual de honesta tanto para tu trabajo como para tus amantes. Tu trabajo va a ocupar una gran parte de tu vida. La única forma de estar realmente satisfecho y realizado es haciendo cosas importantes, y la manera de lograrlo es amando lo que haces”.

En ésta declaración, Jobs se dirige directamente a la audiencia en reiteradas oportunidades. Este enfoque en el individuo no es sorprendente viniendo de él, quien cultivó una imagen muy específica de sí mismo como trabajador: inspirado, informal, apasionado y todo lo que se acercara al concepto “ideal”. Él logró compenetrar su propio crecimiento como trabajador con el de la compañía, de tal forma que su cuello de tortuga negro y jeans se convirtieron en una imagen para todo Apple y los empleados que la mantienen

Pero al presentar a Apple como el fruto de su amor propio, Jobs pasó por alto la labor de miles y miles de funcionarios de la empresa, escondidos de la luz pública al otro lado del planeta y cuyo trabajo le permitió a él tener su apreciado amor.

Mientras que “Haz lo que amas” parece ser inofensiva e inspiradora, es una noción absolutamente ególatra que limita con el narcisismo. El uso que Jobs le da a la frase es la triste antítesis de la visión utópica de Henry David Thoreau respecto al trabajo para todos. En “Life Without Principle”, Thoreau escribió:

“…sería económicamente beneficioso si un pueblo pudiera pagar a sus empleados tan bien, como para que ellos no sientan que están trabajando por nada o simplemente para sobrevivir, sino que lo hacen con fines científicos e incluso morales. No contrates a alguien que trabaje sólo por el dinero, sino a alguien que ame lo que hace”.

Bueno, hay que admitir que Thoreau no estaba muy familiarizado con el proletariado (es difícil imaginar a alguien lavando pañales con fines “científicos e incluso morales” sin importar lo mucho que le paguen). No obstante, él sostiene que la sociedad tiene una participación valiosa en lograr que el trabajo sea bien pagado y con sentido. Muy por el contrario, la visión “Jobsiana” del siglo XXI pide que nos enfoquemos sólo en nosotros, lo que nos absuelve de cualquier obligación o reconocimiento del resto.

Una consecuencia de este aislamiento es la división que la frase genera entre los funcionarios, sobre todo de la misma categoría. El empleo se divide en dos clases opuestas: el que es digno de ser amado (creativo, intelectual y socialmente prestigioso) y el que no lo es (repetitivo, poco intelectual y mediocre). Los que están en el buen lado del trabajo son mucho más privilegiados en términos económicos, educativos, de estatus social, respecto a los prejuicios raciales de la sociedad y en torno a la influencia política. Sin embargo, corresponden a la pequeña minoría de la fuerza de trabajo.

Para aquellos que están formados a hacer el empleo que no es digno de ser amado, la realidad es completamente distinta. Bajo el credo “Haz lo que amas”, toda labor que se realice por motivos o necesidades distintos al amor (como la mayoría de los ellos) simplemente no cuenta como trabajo. Al igual que en el discurso en Stanford de Jobs, el trabajo indigno de ser amado, pero socialmente necesario, es desterrado de nuestra conciencia.

Piensa en la gran variedad de empleos que permitieron que Jobs pudiera ser CEO. Su comida cosechada en los campos y luego transportada grandes distancias. Los productos elaborados, empaquetados y enviados por su empresa. Los anuncios de Apple, sus guiones, repartos y filmaciones. Las demandas procesadas. Las papeleras de oficina vaciadas y los cartuchos de tinta llenos. La creación de empleo va en ambos sentidos.

Al ignorar la mayoría del trabajo y reclasificando al resto como amor, “Haz lo que amas” puede ser la ideología anti-trabajador más elegante ¿Por qué los trabajadores deben reunirse y hacer valer sus intereses de clase si no hay tal cosa como el trabajo?

El concepto encubre el hecho de que la posibilidad de elegir una carrera basándose en lo que nos hace felices es un privilegio, un signo de clase socioeconómica. Incluso si se trata de una diseñadora gráfica independiente cuyos padres pudieron pagar por los estudios de arte y co-firmar un contrato de arriendo de un estiloso departamento en Brooklyn, que otorga asesoría profesional sobre “Haz lo que amas” para aquellos que sentaron las bases de su éxito.

 

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