Cataluña, el grito de independencia

Columnistas

Por Antonio Aguilera
@gaaelico

La unidad nacional de España es un mito genial, un país que se ha inventado a la fuerza, y su historia nos da cuenta de ello. Se trata de un país en donde se ha forjado el principio de nación por la imposición forzosa de un régimen que se hace con el poder. Así sucedió con la llegada de los Hasburgo (de cuna austriaca) y después con los borbones (de origen francés); así sucedió con la primera república y el arribo de la segunda, que fue arrasada por el vendaval criminal de Francisco Franco.

El último principio del nacionalismo español depende de la Constitución de España aprobada en 1978, creada bajo el auspicio de políticos de cuño franquista. Por eso, por estos días, la exigencia de independencia de Cataluña, la región más rica de España, cimbra en sus cimientos la constitución española.

Cada vez que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se refiere a la unidad de España y dice que la defiende a capa y espada, habría que preguntarse a qué unidad de España se refiere. Porque la realidad social, económica, jurídica y política de España no tiene absolutamente nada que ver con esa cacareada unidad nacional que en realidad hace mucho tiempo que no existe nada más que en el papel mojado de la Constitución de España.

¿Existen una educación primarias y secundarias únicas para todos los españoles, residan en cualquiera de las diecisiete Comunidades Autónomas? No existen. ¿Existe una sanidad igual para todos los españoles? No existe. ¿Existe una fiscalidad que no discrimine a los españoles en función de su lugar de residencia? No existe. ¿Existe una normativa única para el comercio en toda España? No existe. En los hechos, los políticos siguen negando que existan diecisiete Españas diferentes, tantas como Comunidades Autónomas.

Existe, a lo sumo, una Constitución que no cumplen quienes más obligados están a ello. Y la unidad de España no existe en ninguno de los apartados básicos de la nación.

También se debe añadir que el franquismo contaminó e hizo pedazos la identidad nacional española, de manera que la actual inseguridad y falta de autoestima del español medio en relación con su nacionalidad deriva de ese pasado.

El origen de la búsqueda de los catalanes por su independencia estriba en la demanda obras y acciones por parte del Gobierno central, de forma equitativa a la contribución que hacen las empresas catalanas a la economía española. Sin embargo, con el sistema actual, Cataluña no podrá rebajar sus impuestos porque tiene muchas transferencias que el estado no sufraga, al ser aportador neto, tiene que pedir lo que le han esquilmado. En cambio, las autonomías que necesitan de la ayuda del estado hacen un presupuesto y lo que falta lo asume el ejecutivo central.

Este Domingo el mundo fue testigo de la lucha por el pueblo catalán para exigir su salida de la Constitución española, y trazar una ruta de independencia de la “unión” geográfica del país ibérico.

El Govern de la Generalitat de Cataluña trasladará en las próximas horas al Parlamento los resultados del referéndum de este 1 de octubre para realizar una declaración de independencia de Catalunya.

No fue un referéndum de independencia como se hubiera deseado y ha perseguido hasta la extenuación y que no era otra cosa que uno acordado con el Gobierno español. Todo el mundo era consciente de que este era el camino, pero solo la tozudez de una clase política española, encabezada por Mariano Rajoy y secundada por el PSOE, cuya respuesta fue mediocre e incapaz de sentarse tan solo en una mesa de negociación para acordar las condiciones hizo inviable este camino.

Catalunya hace tiempo que se ha desconectado de España y ante cada posibilidad de revertir esta situación, la respuesta siempre ha sido la misma. El no por respuesta a todo, la humillación ante cualquier propuesta y, en última instancia, el desprecio más absoluto a la dignidad de los catalanes.

El independentismo tiene por delante momentos que no serán fáciles, aunque los aborde con una unidad desconocida en sus filas, por más que se pretenda desde la más absoluta ignorancia erosionar su fortaleza. Lleva ventaja en el relato internacional, que lo ha ganado claramente por goleada.

Pero serán necesarias grandes dosis de serenidad, no precipitar el calendario que se abrirá para los próximos meses, buscar el mayor número posible de aliados internacionales y apelar a Europa para que asuma que Catalunya no puede quedar desprotegida en un momento en que el Estado español solo le ofrece represión y detenciones. Nunca política.

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