Los cerillitos invisibles: empacadores de la tercera edad

Especiales en la Red Principal

“Aun con mal trato, trabajar me permite llegar a casa con un poquito de dignidad”

Morelia, Michoacán a 18 de enero de 2019.- A sus 72 años, Rosa Martha se siente fuerte, lucida y con el entusiasmo para emprender cualquier trabajo. Si bien trabajó como secretaria durante gran parte de su vida, su situación económica y el no haber formado una familia, la obligaron a trabajar como empacadora en Soriana “y a mí no me molesta, pero quisiera que esto fuera un trabajo de verdad”.

Ella forma parte de los 32 mil adultos mayores que realizan esta actividad en diversas tiendas de autoservicio, ganando un promedio de 20 a 62 pesos diarios por jornadas de cuatro a seis horas “pero muchos maltratos y groserías”, como ella misma lo reconoce.

“La mayoría de las personas son amables, la ven a una mujer y ya grande y te tratan con respeto, pero a veces cuando se junta mucha mercancía la gente se desespera, quieren que seamos más rápidos, los supervisores y hasta los cajeros nos gritan y eso no se vale, ante todo hay que tener respeto, no por ser viejos, sino con todas las personas”, advierte.

Su mayor queja está en función de su condición laboral, en virtud de que su actividad económica no se considera propiamente un empleo, sino como una labor voluntaria “pero nos piden requisitos como contar con seguro social, pasamos por capacitación, cumplimos un horario laboral, tenemos que certificar buena salud y además contar con una carta del INAPAM… o sea, todo como un empleo formal, pero sin derechos formales”.

De acuerdo con información del Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (INPAM), los requisitos para laborar como empacadores voluntarios son:Tener más de 60 años, contar con seguro social o pensión y  acreditación de INAPAM.

INAPAM / Foto: Twitter

No obstante, esa no es la condición de la mayoría de las personas que ven en esta actividad una posibilidad de conseguir ingresos.

Así lo expuso José, de 68 años, quien pidió mantenerse en el anonimato, pues no cumple con los requisitos que establece INAPAM.

Por causas de salud ya no puede apoyar a su familia de comerciantes en la venta de verduras en el mercado.

“Yo no tengo seguro social, nunca lo he tenido, tampoco tengo certificado de salud, el gerente que me dejó trabajar aquí lo hizo por humanidad, porque yo casi le rogué, pero es que necesito trabajar, no puedo ser una carga para mi familia”, afirmó.

Sin embargo, José sí cumple con una jornada de 8 horas, lo hace “voluntariamente”, porque necesita aportar su propio sustento en casa, pero sufre de diabetes y asegura que ha padecido mareos, migrañas, mucha sed, cansancio extremo, hambre e hinchazón en sus pies y manos durante la jornada, pero lo hace de manera silenciosa, pues no desea evidenciar que no está en condiciones para trabajar…ni en la tienda, ni en su casa.

Tanto Rosa Martha como José coinciden en que desean continuar trabajando como empacadores, pero creen que se debe visibilizar y aceptar su condición de adultos mayores y que haya una mayor sensibilidad a sus necesidades, además de que “por sencillo que sea nuestro trabajo, debe ser reconocido como un trabajo y nosotros ser tratados como trabajadores, no ser invisibles para los cajeros y las personas que pasan, y casi que nos tratan como si fuéramos limosneros”.

Asimismo, señalaron que han visto a otros compañeros suyos ser explotados de otras formas, pues aunque sean empacadores voluntarios, se les manda a limpiar baños, buscar precios, acomodar mercancías, revisar objetos o salir a hacer de “viene, viene”, lo que representa para ellos la perdida de propinas e incluso, aseguraron tener conocimiento de tiendas Chedraui donde se les cobra una “multa” por malos comportamientos, tales como llegar tarde, retirarse sin avisar, no obedecer a sus superiores, crear conflicto entre compañeros o dañar mercancía.

Sin embargo lo hacen con por dos causas: evitar quejas contra ellos y que se les permita seguir trabajando, con la esperanza de que en un futuro no muy lejano, lograr una contratación formal como personal de la tienda, con seguro social, vacaciones, prima dominical, afore y crédito Infonavit.

Pero son “gajes del oficio”, como le gusta decir a José, pues afirmó que “si el gerente se da cuenta no va a querer meterse en problemas y yo no voy a encontrar quien me contrate ya, aunque sea poquito lo que se saca aquí, es algo y puedo llegar a mi casa con un poquito más de dignidad”.

Tagged

Deja un comentario