Gerardo Herrera

Hablemos de paz en Uruapan

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La paz no es solo la ausencia de violencia, como tampoco es en sentido estricto la transformación empática, creativa y no violenta de conflictos; es decir, buscar la paz o trabajar por ella, es una acción para transformar conflictos que buscan la paz.

 En este sentido si conocemos los conflictos, si conocemos la violencia, podremos entender que es la paz, sabremos que son los conflictos y sabremos como podemos transformar conflictos que buscan la paz.

Estuve en la clausura de Bordando la paz, una acción concertada y en gobernanza entre organizaciones de la sociedad civil (ALMAS, UNO EN VOLUNTAD, CRIEE), la instructora (artesana con prestigio nacional) y padres y madres que han vivido situaciones difíciles y que se reinventan en procesos resilientes y de cohesión social, al evento llegaron autoridades legislativas y ejecutivas municipales, así como la Fundación El Sol.

El evento se desarrolló en el Centro Cultural Fábrica San Pedro, el cual conocía desde cuatro décadas atrás, es decir en 1982, cuando llegue a Michoacán, a trabajar en la Secretaria de Trabajo y Previsión Social, en su Delegación, como Jefe de Supervisión y Dictamen de Sociedades Cooperativas en Michoacán; así que me toco realizar sendas visitas de supervisión a los libros sociales y contables de las cooperativas de Uruapan, entre ellas a San Pedro y la Providencia.

Es decir, tuve la oportunidad de conocer la violencia directa que se generaba en la estructuras productivas de los cooperativistas; una violencia generada a partir de las relaciones de producción articuladas a un mercado neoliberal que iniciaba y que generaba mucha presión sobre sus materias primas y la venta de sus productos. Esa violencia se expresaba en las condiciones de precariedad en que vivían la mayoría de los cooperativistas, ahí era importante impulsar una Paz Negativa, pero de eso yo no sabia en aquellos años, era muy joven, rayaba en los veinte años.

Años más tarde regrese a la Fábrica San Pedro, pero ya no era cooperativa, estaban en manos de la familia y otros inversionistas  de Walther Isley y su esposa Bandy; a Walther lo conocí en el Programa Productivo de la Mujer Campesina, y siempre tuve un buen recibimiento de su parte, ahí mismo conocí a Minoru Kobayashi Nadeya, diseñador que vivimos juntos por cuatro años y que por varios años coadyuvo a las tareas propias de la nueva empresa.

Regreso ahora, cuarenta años después, a este antiguo edificio, donde las máquinas pararon el tiempo, donde las máquinas nos recuerdan que quedamos obsoletos frente a la tecnología europea, de Alemania, Inglaterra, Italia y Francia, donde la cuarta revolución industrial es ya robótica; pero ahora veo otro escenario, ahora veo un proceso cultural, un proceso simbólico de la paz, padres, madres, hijos y familia, autoridades, pero también haciendo gobernanza con organizaciones de la sociedad civil para la transformación de la violencia en paz. Es decir, transitamos de una violencia directa, a la atención de una violencia cultural, que transforma en una Paz Cultural.  Y es que al entrar al cuarto de máquinas, frente a una gran barra con altos anaqueles, y un pasillo angosto, muchas personas esperando que diera inicio la clausura y exposición de los trabajos realizados en el taller de bordando historias para la paz.

Este transito de violencia directa y violencia cultural y simbólica, transito a la Paz Neutra, que genera iniciativas de cultura de paz, diálogo interreligioso, neutralizan formas de violencia cultural.

Es decir, en cuatro décadas me ha tocado observar el tránsito o la migración de una violencia directa de una violencia cultural a una propuesta de paz; lo expreso porque ahora,  las mujeres que construyen paz, realizan nuevos proyectos, modelos, performance, paradigmas para construir paz impulsando un modelo de Paz Neutra, a través de motivar, sensibilizar y ofrecer nuevas oportunidades a las niñez y adolescencia para un trabajo de resolución de conflictos en equidad.

En este ejercicio lúdico, pero a la vez, epistémico, axiológico, metodológico, praxeológico, ontológico, nos plantea la posibilidad de crear paz a partir de realizar expresiones estéticas plasmadas en dibujos y darles vida a través de narrativa para luego utilizar las herramientas artesanales de las mantas, los aros, los hilos multicolores, las agujas, y la construcción de diseños que en simbiosofía generan las condiciones para la unicidad entre los seres vivos y la naturaleza.

El taller, tuvo como resultado el trabajo de adolescente y la niñez, quienes, en un ejercicio disciplinado, auténtico, de traspaso de saberes y conocimientos ubicaron la importancia de que hombres y mujeres pueden construir los bordados sin que la presencia del androcentrismo y el sexismo, aunado a la discriminación en un lenguaje desigual excluya a nadie lesione con ideas patriarcales.

Lo que pude observar durante el evento es que la niñez buscan su reconocimiento en sus pares en la otredad; es decir, buscan que en el otro su presencia y su diálogo se haga viable, múltiple, generoso.

Las enseñanzas pedagógicas de las psicólogas y psicoterapeutas durante el proceso se encaminan a que los conflictos sean transformados creativamente y de forma no violenta en la búsqueda de la paz. En esta ocasión se hicieron a través de los dibujos, narrativas, historias, y bordados.

Si bien la solución pude parecer fácil, realmente las historias revelan que la paz, como la justicia social, la igualdad, la no discriminación, la libertad, como satisfacción de necesidades básicas de todas las personas, es una situación que debe ser resuelta desde el pensamiento crítico y de la complejidad, porque realmente es una tarea difícil, que aun en México y Michoacán estamos lejos de resolverlo, con la cantidad de la mitad de la población viviendo en diferentes expresiones de pobreza y precariedad.

Por último, quiero referirme a doña Raquel Aquilar, la tutora y docente de la niñez y adolescencia que estuvieron presentes en el Taller bordando historias para la paz. Ella, es una mujer alegre, canta, baila, borda, prepara la comida, está al pendiente de su familia, incluidos los bisnietos; con más de siete décadas de vida, y en una condición del paso de los años sobre su cuerpo, la energía, el valor, la prudencia, la constancia y el amor por el otro, la hace parecer jovial, tierna, cálida, amorosa.

Me contó que desde pequeña bordó historias, sus recuerdos vienen de su contacto con el campo y la naturaleza, con los animales, las plantas, los humanos y eso es justamente lo que interpretaba en sus diseños, hoy, a la vuelta de los años, sus historias han generado huella, y son contadas en libros de colección por su impresión y contenido, su presentación la han hecho grandes mujeres como Cristina Pacheco con su programa de Aquí me tocó vivir; sencilla y generosa, de humildad absoluta y responsable de su andar; ella abraza, da confianza y en su cálida voz, expresa con amor en el otro. Yo le decía usted como Emmanuel Lévinas, le dio la oportunidad a la niñez de existir en usted, para ellos fue importante conocerla, ellos le dieran existencia, y usted dio sentido a la vida.  

Para las mujeres que construyen paz, para las organizaciones de la sociedad civil, para los padres de familia, para la comuna de Uruapan, mis abrazos y el mejor regalo que la vida nos puede dar, la inclusión, la cohesión social, el amor por el otro. Gracias infinitas gracias por permitirme ser y estar.

Gracias Carmen Orejel, gracias Paola, Mitria, Rosario, y muchas muchas más, todas ellas mujeres que se entregan con pasión y emoción a rescatar el principio general de la Paz.