Gerardo Herrera

Homofobia, opresión, crimen: hilvanando la sociedad.

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Por: Gerardo A. Herrera Pérez.

El odio es acompañante permanente de los seres humanos; la historia y su presencia continúa siendo avasallante y nos muestra situaciones históricas durante la conquista, la colonización, guerras, revoluciones. Está presente en la relación del Patriarcado que son de dominación, subordinación, exclusión y explotación. El odio se infiltro en la modernidad durante la Segunda Guerra Mundial, principalmente en Auschwitz.

El odio ha estado presente en la humanidad, pero en esta etapa de la modernidad y posmodernidad el odio es expresado como pasión y ello cancela la razón. Rompe definitivamente con los nexos de los valores sólidos y humanos solidarios y fija posiciones sectarias, generando los llamados discursos de odio que son la antesala de los crímenes de odio.

El odio, el discurso de odio, viaja a velocidad sorprendente: está en los periódicos, los noticieros, canciones, películas, historias de amor, relaciones familiares, relaciones jurídicas, relaciones de procesos productivos, en el trabajo, en la escuela, en la iglesia, se constituye como una moral para muchos grupos conservadores, baste ver los temas de matrimonio igualitario, adopción, identidades trans, para que se polarice el discurso, que hoy forma parte del discurso político electoral, en la defensa de la familia natural; o el odio contra migrantes africanos a Europa y en Texas en los Estados Unidos, y el discurso contra los migrantes de Centroamérica.

Por ello, hablar de odio nos lleva de la mano a revisar episodios históricos como el de la Segunda Guerra Mundial y los crímenes cometidos contra los judíos, los húngaros, personas con discapacidad, homosexuales, mujeres, entre otros. El odio está presente en las posiciones  entre la derecha y la izquierda, entre la iglesia hegemónica y las minorías religiosas, entre lo heterosexual y lo homosexual, entre la dicotómico o binario y lo diverso social, cultural y sexual; el odio permite envenenar diversos actos cotidianos: en los deportes, en la raza, el género, la clase, las capacidades, y un largo etcétera que fortalece posiciones antidemocráticas, conservadoras y de castigo que aparecen en todas partes y a toda hora en forma de invisibilidad (lo que no esta no existe, lo que no existe no tiene derechos), estigma (apodos, sobrenombres), prejuicios, violencia, exclusión, discriminación, autoritarismo, desesperación, muchas veces rabia, hasta llegar a la muerte, es decir, la muerte está anunciada, cuando escuchamos discursos de odio, sabemos que habrá muerte.   Aquí en México, expresaba Carlos Monsiváis que se visibilizo desde 1901, con la fiesta de los 41.

El odio no permite que fluya la igualdad, la libertad, el diálogo, la justicia, la tolerancia, el respeto, la autonomía, la ética, la alteridad y la intercomunicación; desde la filosofía de la liberación de Enrique Dussel,  los seres vivos se dividen en dos, plantas y animales tendrán sus propias formas de relacionarse con la naturaleza a través del instinto, en tanto que el humano tendrá como eje la ética para relacionarse con sus pares, cuya funcionalidad y politicidad será guiarse por el camino del respeto a la vida, en condiciones de autonomía, libertad, dignidad en la toma de sus decisiones.

El odio puede adquirir otra posición, sobre todo cuando se lucha contra la opresión o la transgresión; es decir,  la lucha que se encara contra la opresión o la hegemonía del poder, la búsqueda de la emancipación definitiva de un segmento de población como la diversidad sexual, en donde el odio, adquiere una dimensión semántica de combate no contra las personas sino contra los sistemas de dominación, exclusión, aniquilamiento y envilecimiento de la humanidad, así lo plantea Antonio Gramsci en su texto “odio a los indiferentes”, y con ello lo convirtió en una declaración de principios, de fines y de posiciones, nadie puede ser indiferente  a las barbaridades que suceden en contra de los cuerpos de las personas.

El odio, está presente en diversos frentes contra:  migrantes, las minorías religiosas, las minorías sexuales, las poblaciones trans, los desplazados, las comunidades originarias, la clase social, las personas viviendo en condiciones de salud infecto contagiosas (VIH/SIDA, lepra, etc.), odio contra los defensores de derechos humanos, líderes sociales y de movimientos emancipadores, contra periodistas, contra quienes defiendan la vida e informen sobre las violaciones graves a la humanidad.

El odio, también llego a las redes sociales, son tiempos transmodernos, en ello, está implícito y observamos el sometimiento, control y disciplinamiento de los cuerpos.  

Pero hoy es 17 de mayo, Día Internacional, Nacional, Estatal (Michoacán conmemora la fecha) y algunos municipales en contra de la Homofobia, Bifobia, Transfobia y Lesbofobia. Hace ya 31 años que la Organización Mundial de la Salud decreto retirar de las enfermedades mentales la homosexualidad. El problema creo no son las normas, las estructuras y el diseño de la politica publica, sino el enemigo es el odio, la ideología, en contra de lo que se declara como diferente a lo socialmente aceptado.

La homofobia es la fobia, el odio, el asco, de las personas a la homosexualidad; la homofobia forma parte de la diferencia, desigualdad, injusticia y opresión que reciben las personas con una orientación sexual diferente a la heterosexual. El crimen de odio está legitimado desde la opresión, contra de quienes no se someten al binarismo de lo femenino o masculino, alineado a su sexo de macho o hembra y ejercen una sexualidad no hegemónica, la heterosexual.

Los mecanismos de opresión en contra de quienes no se asumen a lo normal va desde la invisibilidad, el estigma, prejuicio, violencia, el odio, la exclusión, habitas, y desde luego la muerte.

La lucha que habría que impulsarse no puede ser una lucha solo de las comunidades diversas sexuales, debe ser una lucha de la sociedad contra un sistema opresor, contra un sistema que somete, controla y disciplina a los cuerpos e igual asesina a quienes es diverso sexual, social y culturalmente, como a los defensores de derechos humanos, a los periodistas, a los migrantes, a las mujeres, a las feministas, a los desplazados, a líderes de pueblos originarios y en general a los homosexuales, lesbianas, bisexuales, transexuales, a la población muxe también.

Mientras no se comprenda que el problema es de carácter social y no segmentado, es que se podrá impulsar una lucha contra la opresión de la hegemonía del poder, en la búsqueda de la emancipación y en contra de la domesticación de que somos objeto. La  lucha por la vida es fundamental, esta lucha debe de ir de la mano con otros luchas sociales, para que en un punto de hilvanamiento y entrecruces podamos vernos en fraternidad y no en la individualidad en la que llevamos 500 años haciéndolo y trabajando de manera independiente.