Gerardo Herrera

La crisis del concepto de género.

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Por: Gerardo A. Herrera Pérez

Derivado de la lectura de Silvia Tubert, “Del sexo al género: los equívocos de un concepto”, me permite analizar los diferentes posicionamientos que diversos teóricos han expresado sobre el género (social y cultural) y el sexo (lo biológico), en cuya dicotomía se expresa la jerarquización de la división del trabajo, pero también el poder androcéntrico que ejerce el hombre sobre el cuerpo de las mujeres.

Seguramente al igual que yo, en su momento, muchas personas han confundido conceptualmente ambas expresiones, no solo quienes son legos, sino científicos sociales quienes en sus publicaciones sustituyen una palabra por otra, entendiendo que ambas tienen el mismo significado. El tema central es que se encubren las relaciones de poder entre los sexos y no solo en su dicotomía, sino también en aquellos que han sido invisibilizados, como los cuerpos trans, lo expreso porque cuando de violencia de genero se habla, se evita precisar que es una violencia de los  hombres para las mujeres o los más débiles: mujeres, niñas, adultos mayores, incluso hombres débiles que no se ajustan al mandato de masculinidad.

En una primera aproximación Turbert, Silvia, nos expresa que el sexo se entiende en el plano biológico, en tanto que género es el producto de la construcción socio-cultural, esta visión unitaria que reproduce un discurso de oposición  naturaleza-cultural y el dualismo cuerpo-mente, una visión eurocéntrica. De la misma manera nos comparte las diferentes posiciones que muestran teóricos sobre el concepto de género.

Para Teresa de Laurentis, el género es un término clasificatorio, expresa que es una categoría gramatical, pero también, es la clasificación por sexo, pero en las lenguas románicas está ausente, de tal suerte que en castellano es género, en italiano genere, en francés genre, no detotan y ni connotan el gender de una persona, que se expresa con el termino sexo. El termino gender no es un atributo de una persona,, sino que representa una relación de pertenencia a un grupo o categoría, de modo que asigna a un individuo una posición en el seno de una clase.

Para Judith Butler, precisa en su teoría que el sexo no se reduce a  lo anatómico, cromosómico, hormonal, es decir una visión natural, sino que la dualidad de sexos se establece a través de la historia, del análisis genealógico que presenta las posiciones binarias que permite observarlo como una situación eminentemente natural. De esta manera concluye que el sexo es  una construcción cultural, en la misma medida que es el género, el cual es posicionado por diversos discursos principalmente científicos y al servicio del poder social y políticos.

Para Nancy Chodorow, explica que la multiplicidad de las experiencias relativas al género incluye diversos ejes de poder y de subordinación; algunas dimensiones del género asimismo no comprenden una codificación del poder y, no toda subjetividad del ser humano está marcada por el género.

Para Joan Sctt, expresa que el género ha sido utilizado como sinónimo de mujeres, sostiene su posición, cuando comenta que durante los últimos años un buen número de libros y artículos que hablan sobre la mujer, fueron sustituidos los nombres de mujeres por el de género. Scott propone una definición de género, la cual es compleja “el género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distingue los sexos y también en una forma primaria de relaciones significantes de poder” (Scott,J. en Tubert, Silvia; 2003, p;14), aunque dicha definición asume sus propias problemáticas.

Para Linda Nicholson, la sociedad moldea no solo la personalidad y la conducta, sino también las formas en que se presenta el cuerpo, en esta medida tanto sexo como genero son construcciones sociales. En tanto que para Neus Campillo, existe una sustitución del concepto de sexo por el de género, ya no se habla de violencia sexual, se habla de violencia de género, en tanto que la noción de relación entre sexos, fue desplazada por la de relaciones entre géneros.   Concluye que no se trata de eliminar  el término género, sino de no generalizarlo sustituyendo a sexo.

Para Cristina Molina, el género se define desde su fundamental asimetría en el ejercicio del poder de dominio de los hombres sobre las mujeres, desde esta posición, no agrega nada al concepto de patriarcado; pese a ello, Molina considera que el patriarcado asigna espacios, a partir de recibir el poder que le da el género. El asignar espacios por parte del patriarcado permite restringir la participación de la mujer en determinados lugar,  y que por otro lado le da la centralidad al hombre de estar en el centro sin límites en su poder.

La argumentación de diversas posiciones teóricas, funcionalistas incluso, permite apreciar la riqueza con la cual se puede redefinir los conceptos de género y sexo, y yo agregaría de ejercicio sexual, a la luz de cómo se abordan en la ciencia moderna, bajo un enfoque de diversidad, nunca más de homogeneidad, es decir, de diversidad social, cultural y sexual. Para mí, me parece que la mejor manera de comprender sexo y género es reconocer que ambos conceptos son culturales, que los propios discursos se encargan de dar legitimidad a las posiciones binarias y dicotómicas para justificar la jerarquización, el poder y la asignación que debe tener la mujer por su corporalidad y en el espacio que debe de ocupar.