Gerardo Herrera

Pilares de la educación para el siglo XXI.

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Por: Gerardo A. Herrera Pérez.

Durante diversas ocasiones en mis intervenciones, hago el planteamiento sobre la importancia de atender el binomio: educación y vida, o educación y medio ambiente; y desde ahí desde la complejidad hablar de la trascendencia de impulsar mecanismos que permitan evitar el deterioro permanente que tenemos los seres vivos en el planeta Tierra.

En estos días de acciones para la conmemoración del Día de la Tierra, he tenido la oportunidad de precisar cuestiones educativas, desde el holismo tanto de manera presencial, como en plataforma digital. En Uruapan, en el Parque Urbano Ecológico, y a través de medios electrónico con docentes de Michoacán, tanto de los niveles de educación preescolar, como de secundarias técnicas. Una parte de estas reflexiones, son los pilares de la educación, que comparto con ustedes.

Leyendo el libro de Yuval Noah Harari, “21 lecciones para el siglo XXI”, expresa que nadie sabe cómo será el mundo en el 2050 y menos en 2100, y es que pueden ser preguntas fuertes, pero las respuestas son blandas o débiles, o simplemente aun no las hay. Y es que estamos en una revolución tecnológica, que permitirá seguramente modificar los cuerpos, cerebros y porque no también las mentes, continuaran los valores líquidos inestables y efímeros, poco será estable; dedico estas líneas reflexivas  a mi amigo Mario López, que hoy  ya descansa en Paz, el trabajó en un modelo educativo de compartir y “aprender a ser”, él se adelantó a sus tiempos; siempre en inclusión y en respeto a las diferencias logro colocarse como artista visual, escultor, historiador, poeta e inventor.

Uno de los compromisos de la humanidad y que debemos de acompañar,  es definir el modelo educativo que tendremos que impulsar en las mallas curriculares de la educación basita para el 2050 y el 2100.

Una respuesta la podemos encontrar en el texto “La educación, encierra un tesoro”, informe de la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la educación para el siglo XXI, presidida por Jacques Delor. La Comision encontró que la educación deberá transmitir  masiva y eficazmente, un volumen cada vez mayor de conocimientos teóricos y técnicos evolutivos, adaptados a la civilización cognitiva, porque son las baes de las competencias del futuro. Pero simultáneamente deberá orientar para no dejarse sumir de las toneladas de información más o menos efímeras que invaden los espacios públicos y privados y conservar el rumbo en proyectos de desarrollos individuales y colectivos. De ahí que la educación debe de proporcionar la línea para construir nuevos paradigmas.

La educación debe de formar en cuatro aprendizajes: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser, todas ellas convergen en una sola línea, la vida, pero entre las cuatro existen contactos, coincidencia e intercambio.

Cada uno de los pilares del conocimiento debe recibir una atención equivalente a fin de que la educación sea para el ser humano, en su calidad de persona y de miembro de la sociedad, una experiencia global y que dure toda la vida en los planos cognitivos y prácticos. La educación del siglo XXI deberá llevar a cada persona a descubrir, despertar e incrementar sus posibilidades creativas, actualizando así el tesoro escondido en cada uno de las personas, lo cual supone trascender de una obligación a una función en toda su plenitud a saber, la realización de la persona toda ella, aprender a ser. Veamos los cuatro pilares.

Aprender a conocer, tiene dos propósitos la educación como medio y como fin, como medio, que cada persona aprenda el mundo que lo rodea, al menos suficiente para vivir con dignidad, desarrollar sus capacidades profesionales y comunicarse con los de más. Pero también como fin, el placer de conocer, de descubrir, cosas diferentes, pero que están en su medio. Debe aprender a conocer las cosas y las personas, que son el otro, su otredad. Debe conocer lo mismo de lo concreto que de lo abstracto.

Aprender a hacer, constituye el formar profesionalmente a una persona, cómo enseñar al alumno a poner en práctica sus conocimientos y, al mismo tiempo, cómo adaptar la enseñanza al futuro mercado de trabajo, cuya evolución no es totalmente previsible, cómo influir en su propio entorno.

Aprender a vivir juntos, primero hacer que la mismidad encuentre su otredad, que por cierto, puede o no ser humano, podría ser un ser vivo planta o animal, o bien, en un ejercicio de espiritualidad el respeto al aire, al agua, a la tierra, a la luz. Pero también aprender a vivir juntos significa en un segundo momento y durante toda la vida la participación en proyectos comunes; la participación social, individual y política para la resolución de conflictos, para lograr la cultura de la Paz a partir de hacer alteridad, tolerancia, interacción, interculturalidad, interseccionalidad.

Aprender a ser, constituye un principio fundamental, la educación debe contribuir al desarrollo  global de cada persona, su cuerpo, la mente, la inteligencia, la sensibilidad, el sentido estético, la responsabilidad individual y espiritual para comprender la otredad no humana, y desde luego aquello que da sentido a la vida: el agua, la tierra, luz, aire. Necesitamos trabajar en una pedagogía para la vida, en una ecopedagogía, que amalgame a la ecoética, y la ecoformación, que permita a la sociedad avanzar en un modelo de desarrollo integral sostenible donde todos los seres vivos estén considerados y se respete a la naturaleza.

Requerimos ver a la educación en un contexto holístico, donde todos los conocimientos sean complementarios porque están interconectados, donde se deje de lado procesos de colonización y eurocéntricos como solo válidos, cuando tenemos nuestras propias epistemologías como expresa Boaventura de Sousa Santos. Trabajemos entonces en descolonizar el saber y reinventar el poder.