Gerardo Herrera

Sistema sexo-género.

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El ensayo de  Gayle Rubín, El tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del sexo (1986), da inicio a los estudios de género en donde se propone definir las causas de la opresión de las mujeres.

El ensayo aporta el concepto de sistema sexo-genero, el que es utilizado para la interpretación de las relaciones de la sexualidad, las relaciones de producción, así como las relaciones de opresión, en base a los posicionamientos de Carlos Marx, así como de Freud y Levi-Strauss a través de las reflexiones de Michael Foucault y Lacan.

El sistema sexo-genero, “es el conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana, y en el cual se satisfacen esas necesidades humanas transformadas”.

Para la autora el posicionamiento del feminismo marxista está vinculado al trabajo doméstico, el cual es siempre realizado por las mujeres y que es indispensable para la reproducción de la fuerza de trabajo, pero no toma en cuenta la sexualidad de las mujeres, es decir el marxismo no está interesado en el sexo.         

Rubín propone que la antropología del siglo XX y el psicoanálisis revelan algo que no es explorado suficientemente por el marxismo, es decir, el papel de la sexualidad en la constitución de lo social. De ahí la importancia de identificar la diferencia sexual en el contenido del género.

Serán dos los aspectos que se abordaran para la construcción del género: por un lado, partiendo de la lectura de Las estructuras elementales del parentesco, de Lévi Strauss, la cuestión de la fundación del lazo social a través del intercambio de mujeres llevado a cabo por los hombres. Por otro lado, la heteronormatividad asociada a esa construcción del lazo social, explicada desde la lectura de Freud.

Levi-Strauss expresa que el intercambio de mujeres entre los hombres es la esencia de los sistemas de parentesco, y al no aparecer nunca en la historia el derecho inverso, es decir, de las mujeres a intercambiar hombres, “implícitamente construye una teoría de la opresión sexual”.

La teoría de la reciprocidad primitiva es ampliada por Levis-Strauss quien incluye al matrimonio como “forma básica de intercambio de regalos”, en la que el tabú del incesto resulta un mecanismo que asegure que el intercambio tenga lugar entre familias y grupos. Por lo tanto, la vinculación social se da entre quienes realizan el intercambio, o sea, los hombres, y no las mujeres quienes constituyen el producto de los mismos. Sexo y género se constituyen desde este punto de vista como efectos de las prácticas sociales asimétricas, superando así perspectivas biologicistas y esencialistas.

Por otra parte, ya no se puede abonar por una teoría de la opresión de las mujeres como derivado de la opresión de clase, siendo que las mujeres pueden ser intercambiadas como mercancía, sí, pero también simplemente como mujeres.

De esta forma precisa Rubín en su reflexión insistiendo que  “el género es una división de los sexos socialmente impuesta. Es un producto de las relaciones sociales de sexualidad. Los sistemas de parentesco se basan en el matrimonio; por lo tanto, transforman a machos y hembras en “hombres” y “mujeres”.

Este sistema de sexo-género, expresa las relaciones androcéntricas del ejercicio del poder en contra de las mujeres, una visión eminentemente heteronormativa y sexista, en donde solo lo heterosexual es lo válido, sexos diferentes y complementarios generan la reproducción social, pero también definen la identidad y rol de género, es decir lo que le toca al hombre y lo que le toca a la mujer.