Gerardo Herrera

Los derechos humanos

Columnistas Principal

Vivimos diversas crisis, entre ellas, la crisis de los derechos humanos.

Me lastima el descuido y desinterés por la vida de niños y niñas que son utilizados en el mercado neoliberal como trabajadores, negándoles la infancia, la inocencia y la ilusión de una vida mejor a través de recibir una educación; pese al diseño de política pública actual que prevé el interés superior y el derecho al libre desarrollo continuamos viendo a menores en los cruceros vendiendo o limpiando cristales de los vehículos, a infancias con sus padres acompañándolos  como jornaleros migrantes.

Aun cuando existen ideales de generosidad y tenemos una normativa garantista, estos se ven agravados por la hegemonía del neoliberalismo que nos ha hecho hedonistas e individuales, en búsqueda del placer, los valores líquidos, y el egoísmo.

Las grandes ciudades han dejado de lado la comunalidad, por el individualismo, donde la mayoría de los habitantes se sientes culturalmente desarraigados y viven alienados, donde la convivencia, fraternidad y participación social, transitó a una sociedad de espectáculo, simulación y entretenimiento.

La dimensión espiritual que se vivió hace quinientos años en el modelo del Buen Vivir; hoy, hay una indiferencia por cultivar los valores y virtudes sociales; la lógica del corazón y la compasión respecto de todos los seres vivos, está centrada en la indiferencia, y los medios de comunicación muestran la violencia sin pudor ni escrúpulos.

La madre tierra, derivado del modelo económico está en riesgo, y con ella, los seres vivos y la humanidad; se abusó de la tierra para producir, hoy sufre de contaminación de agroquímicos, el aire está contaminado, el agua esta sucia, los bosques viven mucha presión por sus recursos y lo que importa es el valor del dinero, pero no el valor de las personas.

Frente a esta situación, no podemos perder los deseos de seguir luchando en sociedad, no podemos sentirnos impotentes de mostrar una salida liberadora y mantener las esperanzas de un cambio. No debemos de perder la fe en la capacidad de regeneración de una nueva forma de vida.

En conjunto todas estas situaciones nos deben impulsar a desarrollar un nuevo estado de conciencia, que genere una actitud de madurez y sabiduría que nos perita encontrar nuevos caminos, como el trabajar en cuestiones ecoeducativas de respeto a la madre tierra, a la naturaleza, pero también para el fortalecimiento del trabajo de la sociedad haciendo de las relaciones de género espacios sin opresión, sin violencia, para la convivencia y la Paz social.