Contra la Discriminación en el Ajedrez Femenil

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Erik Avilés / Columnista

La leyenda dice que el ajedrez es un deporte que fue inventado con el objetivo de ilustrar en temas de estrategia a un jerarca que así lo requería. A partir de entonces, dicen que se convirtió en asignatura obligatoria para los príncipes. La profundidad de pensamiento, la capacidad de concentración y el enorme esfuerzo físico que exige el deporte-ciencia lo ha convertido a su vez en  “juego de reyes”.

Desde entonces, aprender a jugar ajedrez ha sido sinonímico de conocer estrategias, de aprender a sacrificar peones, a realizar gambitos, a socavar las posiciones más sólidas de los enemigos y por supuesto, de apabullar al rival hasta hacerle jaque mate. Todos estos temas, con carácter enunciativo, suelen ser extrapolados por antonomasia hacia el ámbito político, pero a su vez, los jugadores con frecuencia también hacen sus propias jugadas en ese territorio. Bástese recordar las posturas públicas de Bobby Fischer, emblema de la Guerra Fría o de Garry Kasparov, enemigo declarado del régimen de Vladimir Putin.

En el recientemente celebrado Campeonato del Mundo de Ajedrez Rápido y Relámpago Rey Salman de la Paz y la Amistad, realizado en Riad, Arabia Saudita, la campeona internacional  ucraniana Anna Muzychuk ha dado la nota al negarse a participar en el mismo, por considerarse ser tratada como “una criatura de segunda” al contar con la obligatoriedad de acatar la ley islámica, tener que vestir una túnica y cubrirse la cabeza en caso de querer defender sus cetros conseguidos a pulso en el tablero.

A pesar de que los premios saudís son los mejores de toda la historia para un campeonato de este tipo, la han secundado jugadoras del resto del orbe, como la campeona española Sabrina Vega. Con esto, las jugadoras de élite dan un manotazo en el tablero y ponen en jaque las prácticas retrógradas y discriminatorias contra las mujeres. Sin embargo, esto va mucho más allá de exhibir y boicotear lo absurdo de algunas medidas islamitas. Es tiempo de cuestionar por qué razón, al no haber ventaja física evidente, deban de existir categorías femeniles en un deporte que tiene un tablero de por medio para exhibir dotes intelectuales y de autocontrol, no fuerza bruta.

Al respecto, he conocido a algunas competidoras michoacanas y mexicanas, quienes con enorme dignidad, en ciertos torneos han decidido no participar en las categorías femeniles y permitirse competir contra varones, al no considerarse segregadas ni en desventaja concreta.  A la fecha, no existe una explicación contundente acerca de la razón por la cual hay que clasificar a los competidores en el deporte-ciencia por géneros. El ajedrez es un deporte igualitario en el que la existencia de la categoría femenil se ha convertido en acción afirmativa, la cual sugiere tácitamente que las mujeres tienen menos capacidades para los temas lógico-racionales. Que sirva este tema para cuestionar la discriminación y el segregacionismo en un deporte que es, en esencia, igualador.

Y a su vez, que sirva el ajedrez para reflexionar y analizar incansablemente sobre la realidad, que nos gambitea, nos sorprende e interpela nuestras ilusiones de certidumbre, confort y predictibilidad, momento a momento. Para este 2018, bien nos vendría analizar con rigor ajedrecístico la situación de Michoacán y lograr descifrar un plan ganador para la ciudadanía y el sistema deportivo local.

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