Los discursos de odio que incitan al feminicidio

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Los discursos de odio contra las mujeres aunados al ejercicio del poder o a la idea de que se tiene poder, en este caso porque se hace bajo el amparo de un micrófono o una opinión vertida a través de un medio de comunicación, resulta de suma preocupación y de amplio repudio.

En mi experiencia en el análisis de la violencia contra las mujeres, antes de ser asesinas los agresores durante meses estuvieron expresando agresiones verbales en contra de ellas, y no me refiero a que les decían groserías sino que sus discursos estaban cargados de una gran misoginia, desprecio y de una insistente necesidad de que las personas cercanas o no, supieran que ellas no valían como personas, eran rebajadas a menos que nada porque no sabían ser “mujeres”.

Y es que esto que les cuento ocurrió en esta ciudad de Morelia, y que no es un incidente menor, como tampoco debe desestimarse haciéndolo pasar como un incidente de tinte “político”, no, no lo es, porque justamente minimizar la violencia contra las mujeres conlleva a que se naturalice y legitime, y pueda conllevar a la justificación de que merecen ser privadas de la vida.

Les cuento que la mujer que fue señalada por diversos medios de comunicación en Michoacán, no sólo fue brutalmente agredida con señalamientos sobre su comportamiento, su forma de ser, su apariencia física y su identidad como mujer, todo lo anterior fue perturbador y emocionalmente devastador, lo peor de todo ello es la ausencia de las instituciones que pese a estar en Alerta de Violencia de Género Contra las Mujeres no han tomado cartas en el asunto.

Hablando con la víctima, me ha dicho que no se ha acercado a ella la Comisión Ejecutiva Estatal de Atención a Víctimas, como tampoco alguna de las instancias dedicadas a la atención a la violencia contra las mujeres, ni local ni estatal, lo cual pone en evidencia la persistente idea de que son las víctimas quienes deben acercarse a pedir atención y solicitar auxilio, nada más equivocado que eso o bien suponen con su inacción que la víctima se lo merece.

La violencia de la que fue objeto Marisol, es semejante a una violación, porque fue insistentemente “moralizada” públicamente por hombres, que se dicen “periodistas” y que utilizaron sus medios de comunicación mezquinamente no para hacer golpeteo “político” como han querido malamente hacer creer, y que en realidad su corto pero cortísimo talante y poca calidad humana, centraron sus comentarios en señalar a la víctima como “prostituta” y con ello posicionarla como una mujer de baja calidad moral, de cascos ligeros, de libertina, etc. etc. etc.

Lo anterior se llama apología de la violencia contra las mujeres, alienta su justificación, abona a la naturalización de la misma, y lo peor es que estos medios luego preguntan ¿Por qué hay tanta violencia? y ¿cómo es que han asesinado a más de 70 mujeres en lo que va del año?

La violencia contra las mujeres, especialmente la ejercida en contra de Marisol, pone en cuestión la ausencia de un marco jurídico que considere este tipo de actos como delitos, y que pone de manifiesto que la Comisión de Igualdad Sustantiva del Congreso del estado de Michoacán en la actual legislatura carece de una agenda de género que responda justamente a la realidad de las necesidades que en materia de desigualdad, discriminación y violencia enfrentan las mujeres. Aunque también es necesario señalar que hay diputadas que han sido parte de dos legislaturas y que aún les cuesta trabajo entender mínimamente la responsabilidad que tienen no sólo para exigir sino para hacer, en lugar de hacer exhortos sin conocimiento de la realidad.

Esta epidemia de feminicidios en contra de niñas, adolescentes y mujeres, que enfrenta el país, resulta altamente preocupante, ya que hay una asociación inquietante a los discursos de odio que se concretaron en actos cruentos y deleznables. Ejemplo de ello, es el genocidio en Ruanda en 1994, en la que asesinaron a 430 mil personas, niños, niñas, mujeres, personas adultas mayores, en tan sólo 100 días.

La doctora Evelina Bonnier[1], estudiante del doctorado en la Escuela de Economía de Estocolmo, investigó sobre esta matanza masiva en la que participaron personas del Ejército, así como carniceros, ganaderos, panaderos, empresarios, granjeros, etc. es decir personas comunes, habitantes de la comunidad. Su contribución consistió en poder entender que provocó o generó este cruento suceso.

Su estudio aportó que existía un potencial rol en la instigación de la violencia a través de programas comunitarios en los cuales se vertían estos comentarios alentadores de la violencia, que propagaron las ideas racistas y la presión social para que se consolidará y validara la violencia, además de estar respaldado por las autoridades o élites políticas como también se les conoce a los grupos de poder.

Ya lo decía Hanna Arent, en 1961, en el que desarrolla “el concepto “la banalidad del mal“, en el que afirma que cualquier persona mentalmente sana puede llevar a cabo los más horrendos crímenes cuando pertenece a un sistema totalitario. Por ejemplo, sólo por el deseo de ascender dentro de la organización y hacer carrera dentro de ella. Personas así actúan dentro de las reglas del sistema al que pertenecen sin reflexionar sobre sus actos. No se preocupan por las consecuencias de lo que hacen, sólo por el cumplimiento de las órdenes”[2].

Mi apoyo total y absoluto a Marisol.


[1] Tomado de: http://ncid.unav.edu/es/actualidad/el-discurso-del-odio-aliment%C3%B3-la-violencia-civil-antes-del-genocidio-de-ruanda-de-1994

[2] Tomado de: https://www.filco.es/hannah-arendt-destripar-mal/